Ayer me encontré con un video que me dejó pensando: la presidenta municipal de San Pedro Cholula, Tonantzin Fernández, caminando por los pasillos del Congreso de Puebla después de presentar la feria de Cholula.
La prensa la cuestionaba sobre el conflicto que enfrenta en su ayuntamiento con el síndico Iván Cuautle, implicado en la riña del mercado Cosme del Razo, y Tonantzin optó por no dar declaraciones. No fue grosera, no levantó la voz, simplemente prefirió guardar silencio y aplicar la respuesta que viene en el manual de políticos “no quiero desviar la atención del tema de la rueda de prensa”.
Y aquí quiero hacer una pausa. Sí, las y los funcionarios tienen la obligación de responder a la ciudadanía y a los medios de comunicación: la transparencia es parte del paquete cuando ocupas un cargo público. Pero también hay momentos en los que decir “prefiero no hablar de eso” es legítimo. Porque seamos honestas: no todo conflicto político necesita declaraciones improvisadas que sólo tensen más la situación. A veces la estrategia —y más cuando hablamos de una mujer en medio de disputas institucionales— es dar un paso atrás y cuidar las palabras.
Porque seamos claras: no estábamos frente a un escándalo de contratos multimillonarios o de corrupción -temas que deben responderse sí o sí-. Es un tema interno, político y tenso, que obviamente sus asesores le dijeron: “amiga, hoy no es el día para abrir la boca”. Y eso no es ser débil ni cobarde, es ser estratégica.
Lo que me incomodó fue ver cómo, al llegar al elevador, la insistencia pasó de la entrevista al acorralamiento. Ella ya había dejado claro que no respondería y aun así se le cerró el espacio personal. Y aquí está el punto delicado: exigir transparencia es válido, es necesario, pero cruzar la frontera hacia la presión física o el hostigamiento no es sano ni justo, menos cuando se trata de una mujer que, como cualquiera, merece un mínimo de respeto a sus límites.
Yo vi el video y no vi a una alcaldesa prepotente ni grosera, vi a una mujer serena, que estaba cuidando no meterle más fuego a un pleito interno que ya le ha provocado marchas, bloqueos y gritos. Y lo digo yo, que defiendo a la prensa porque hello, la libertad de expresión es nuestra vitamina diaria. Pero también sé que hay una línea muy delgada entre exigir transparencia y caer en la invasión personal.
No confundamos: pedir cuentas es obligación de la prensa, dar cuentas es obligación de los gobiernos. Pero normalicemos que un “no voy a declarar en este momento” no es un delito ni una grosería, ni necesariamente significa falta de transparencia. Es simplemente un límite, y los límites también cuentan en política. Al final, más allá de gustos y posturas, Tonantzin mostró algo que a veces olvidamos: se puede decir “no” de manera firme y educada. Y en un mundo donde a las mujeres en el poder se les critica todo —si hablan, si callan, si sonríen, si se enojan—, ese “no” también es un acto de fuerza. Una decisión única.














