¿Por qué no consumes azúcar? Es una de las preguntas que con más frecuencia suelen hacerme. Mi respuesta es simple: el azúcar no representa ningún beneficio para mi salud.
Conocido como popularmente como azúcar; la sacarosa, nombre que proviene del latín y que ha tenido distintas modificaciones, es no sólo para mí, sino para la OMS, la SSP, investigadores y profesionales de la salud el veneno blanco número uno de la cocina de los mexicanos.
Nuestro gusto por lo dulce, el bienestar que trae consigo y las asociaciones sociales que le damos a un postre con el festejo, la celebración, la reconciliación, el premio o hasta una declaración de amor han convertido al azúcar en el ingrediente del 99% de nuestros productos.
No lo consumo y por supuesto no lo recomiendo. ¿Alguna vez has visitado al doctor con una serie de síntomas y en su receta te ha recomendado ingerir azúcar? ¡Claro que no! Ningún especialista de la salud diría que consumirlo es bueno o que trae beneficios para nuestro organismo.
El azúcar comenzó a producirse gracias al imperio persa en el año 600 de nuestra era. Se le consideraba una droga rara, cara y dulce; sin embargo desde entonces jamás fue conocida por contar con propiedades benéficas.
Proviene de la caña de azúcar; específicamente de su jugo y mediante un proceso de calentamiento en el que pierde cualquier enzima, mineral o vitamina que pudiera poseer, se obtiene una pulpa que se conoce como azúcar cruda.
A este producto ya sin vida, se le añade cal y mediante procesos de cocción a distintas temperaturas y blanqueamiento finalmente se obtienen los cristales que conocemos como el endulzante número uno en las mesas de los mexicanos.
Existen muchas razones por las que me mantengo alejada del azúcar (sacarosa). En primer lugar porque brinda a mi cuerpo “calorías falsas”; es decir, engaña a mi cerebro haciéndolo pensar mediante la estimulación del centro de placer, que tengo energía, bienestar, ánimo, alegría, calma.
Lo que ocurre es que la consumo, entra a mi organismo como glucosa predigerida (azúcar presente en nuestra sangre, la que sí brinda energía real).
La sangre la absorbe; por lo tanto, su nivel de glucosa aumenta drásticamente, con este aumento se destruye nuestro equilibrio, y el cuerpo entra en crisis.
Mientras tanto, al ser un neuroestimulador, nuestro cerebro está sedado, prácticamente en éxtasis justo con ese último bocado de pastel.
El cuerpo ahora va a intentar bajar los niveles de glucosa a su estado ideal y en ese proceso de búsqueda de equilibrio es donde obligamos a nuestro organismo a trabajar al máximo para volver a nivelarse; justo ahí, es donde se presentan los efectos dañinos que el azúcar nos deja:
- Desmineraliza al organismo, porque para dar reversa al proceso que causó el azúcar elevando el nivel de glucosa, nos roba: calcio, fósforo, magnesio, zinc, yodo, hierro.
- Por lo tanto, las personas con altas cantidades de azúcar en su vida, son anémicas, tienen osteoporosis, caries, deficiencia de yodo e hipertiroidismo.
- El azúcar alimenta células cancerígenas.
- Hace que el cuerpo viva en un medio sumamente ácido.
- Y lo peor… está asociado a trastornos de conducta, déficit de atención, conductas violentas, drogadicción, alcoholismo, se asocia al autismo, hiperactividad y esquizofrenia.
El azúcar es considerada una droga; porque resulta casi imposible dejarla y por el síndrome de abstinencia que causa cuando la desaparecemos de la dieta.
Desde mi punto de vista, nada que controle tu poder de decisión sobre si consumes algo o no puede traer beneficios al cuerpo; el azúcar no es un alimento, es un producto sintético y es altamente adictivo.
Reina en todos los productos procesados, porque la industria alimenticia sabe de nuestra predilección por lo dulce y de lo adictiva que esta sustancia resulta, por lo tanto; incluirla hasta en aderezos o frijoles enlatados garantizará que el consumidor se enganche con el producto y lo vuelva a consumir.
Cuando el cuerpo eleva los niveles de glucosa en sangre, ingiriendo azúcar, experimenta una sensación de euforia, bienestar, felicidad y tranquilidad por un lapso de una hora a hora y media, pasando ese tiempo, el producto habrá terminado su efecto en nosotros y a través de dolor de cabeza, mal humor, mareo, irritabilidad, sensación de ahogo o insomnio el cuerpo (para entonces adicto) nos hará creer que necesitamos más de su droga, que necesitamos más azúcar.
¿Te preguntas si soy adicta? Si, si lo soy, porque entré en contacto con este producto desde bebé y a través del tiempo necesitas más; pero puedes elegir siempre una opción mejor, yo elegí desaparecer ese producto de la vida de mis hijos y de la mía.
La OMS nos dice que las mujeres podemos tolerar (ojo, tolerar, no consumir) 6 cucharadas de azúcar al día, un hombre 7 y un niño menor de 7 años 2.
La mala noticia es que nos comemos a diario 22 cucharadas, cualquiera de los grupos de edades mencionados. No sólo estamos quedándonos sin calcio, hierro, zinc, magnesio o yodo de nuestros órganos vitales, sino que vivimos drogados la mayor parte de nuestra vida sin saberlo.
Existen fuentes de dulzor compatibles, seguras e incluso con beneficios; puedes encontrarlas a la mano y disponibles fácilmente, lo más importante es considerar que el azúcar: es un veneno; dulce sí, pero veneno.
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