Cuando pensamos en Tulum, imaginamos playas turquesa, música suave y un aire bohemio que atrajo al mundo. Sin embargo, hoy ese paraíso está atravesando un periodo que pocos esperaban: una caída del 17.5 % en su ocupación hotelera durante octubre, pasando de 66.7 % en 2024 a apenas 49.2 % este año (Secretaría de Turismo de Quintana Roo, 2025).
Detrás de esa cifra hay restaurantes vacíos, habitaciones sin huéspedes y comerciantes que miran hacia el horizonte con incertidumbre.
Y aunque suene distante, Tulum es el espejo de lo que podría suceder en otros destinos del país, como Huatulco o Puerto Escondido, donde la afluencia también ha comenzado a debilitarse.
En el primer trimestre de 2025, Huatulco registró una derrama económica de 680 millones de pesos, una cifra menor a los 740 millones del año anterior (SECTUR, 2025). Las olas del turismo también pueden retroceder.
¿Por qué estamos llegando a este punto?
Porque sostener el turismo va más allá de tener playas hermosas. Requiere infraestructura, talento humano, conectividad, promoción y seguridad.
Muchos destinos están enfrentando una tormenta perfecta: baja inversión pública, programas sociales que desincentivan la participación laboral, y una industria que sobrevive más por esfuerzo que por política.
Y no, no se trata de bajar tarifas, como algunos sugieren. En muchos casos ya están por debajo de lo rentable. El reto no es vender más barato, sino ofrecer más valor: experiencias auténticas, productos locales, servicio de excelencia y una narrativa que vuelva a enamorar al visitante.
Lo que debe hacer el gobierno
- Invertir con visión de largo plazo. Los apoyos no deben ser paliativos, sino estratégicos: mantenimiento, promoción y conectividad.
- Reactivar la promoción internacional. México sigue siendo un imán turístico, pero el mundo necesita volver a escucharlo.
- Garantizar seguridad e infraestructura básica. Ningún turista vuelve a un destino donde la experiencia se empaña por el abandono.
Lo que debemos hacer los empresarios
- Innovar sin perder identidad. Apostar por experiencias culturales, gastronómicas y sostenibles que reflejen el alma local.
- Fortalecer la cooperación regional. La unión entre empresarios multiplica el impacto.
- Retener y valorar al talento. Crear entornos laborales donde la gente quiera crecer, no solo trabajar.
Tulum no está “vacía”, está esperando que despertemos. Que entendamos que el turismo no es solo un ingreso: es cultura, empleo y dignidad para miles de familias mexicanas.
México lo tiene todo; lo que falta es cuidarlo con estrategia y pasión.
Porque cuando los destinos caen, no pierde el turismo: pierde el país.
Cuando las mujeres lideran, ganamos todos.
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