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La artista Leonora Carrington

A once años de su muerte, la vida de la mujer que siempre huyo.

Hoy a once años de su muerte recordamos a una artista inglesa que se nacionalizó mexicana y destacó en la corriente surrealista, hablamos de Leonora Carrington, quien amaba profundamente a México y fue correspondida.

Pero ¿quién fue esta mujer? Nació el 6 de abril de 1917 en Clayton Green, Lancashire, Inglaterra, dentro de una familia de clase alta. Su padre fue de origen inglés, y su madre irlandesa.

De pequeña disfrutaba de las historias tradicionales irlandesas, además de los libros de Lewis Carroll y Beatrix Potter; su padre no la apoyaba para que realizara una carrera en las artes, pero con el apoyo de su madre, Carrington logró ser enviada a estudiar en un internado en Florencia, donde vio la obra de los grandes maestros italianos.

La carrera de Leonora Carrington inició en 1936 cuando ingresó a la Academia de Arte Ozenfant en Londres con tan solo 20 años. En esa misma cuidad, en 1937, conoció al pintor alemán Max Ernst con quien años más tarde tendría una relación sentimental.

A su regreso al Reino Unido se estableció en Londres, donde en 1936 asistió a la primera exposición surrealista que abrió en Inglaterra. Fue ahí donde descubrió—y quedó fascinada con—la de obra Max Ernst, a quien conoció en una cena un año después.

Cuando conoció a Leonora, Max Ernst era casado y ya tenía 47 años —además de gozar de fama como surrealista—, por esta razón el padre de Leonora al saber del romance del pintor con su hija se opuso a la relación; sin embargo, al poco tiempo la pareja se reencontró en París para consolidar su relación.

Este evento marcó ruptura final con su familia, y a los 20 años se mudó a París con Ernst, quien era 26 años mayor que ella.

Precisamente fue en París donde Leonora Carrington se acercó al círculo surrealista de Pablo Picasso, Salvador Dalí y André Breton. Pero, la artista remarcó que aunque eran revolucionarios, los surrealistas tenían ideas bastante retrógradas sobre las mujeres: para ellos, las mujeres involucradas en el movimiento solo eran musas en potencia. “No tuve tiempo de ser la musa de nadie… Estaba demasiado ocupada rebelándome contra mi familia y aprendiendo a ser una artista”.

Para 1938, Carrington escribió cuentos titulados La casa del miedo y además participó junto con Ernst en la exposición Internacional de Surrealismo en París y Ámsterdam. El mismo año, Ernst y Leonora se fueron a vivir a la provincia francesa de Saint Martin d’Ardèche, a una casa que aun conserva un relieve con la pareja y su juego de roles “Loplop”, el álter ego de Max Ernst, un animal alado fabuloso entre pájaro y estrella de mar y su “desposada de viento”, Leonora.

Sin embargo, la llegada al poder de los nazis puso fin a su tiempo en el sur de Francia; en 1939, declararon a Max Ernst enemigo del régimen de Vichy, fue detenido y llevado a la prisión de Argentière.

La detención del pintor provocó que Leonora sufriera de una inestabilidad psíquica. Ante la invasión Nazi, Leonora se vio obligada a huir a España donde fue internada por su padre en un hospital psiquiátrico de Santander, un hecho que marcó su vida y su obra, además, fue sometida a un tortuoso tratamiento.

Tiempo después, su padre ordenó que la artista fuera enviada a otro sanatorio, esta vez en Sudáfrica. Mientras esperaba el barco que la llevaría a su nuevo destino desde Lisboa, Leonora escapó en un taxi a la embajada de México, donde se encontraba Renato Leduc, un diplomático amigo suyo al que había conocido en París.

Así, ambos establecieron un matrimonio por conveniencia y, como esposa de un diplomático, pudo escapar a Nueva York. Esto en 1941 y después viajo a México, donde pasó el resto de sus días. Leonora Carrington llegó a México en 1942, y se enamoró inmediatamente de la escena artística mexicana.

Con un interés por lo místico y lo sagrado, la artista encontró una nueva fuente de inspiración en los imaginarios de la cultura mexica y maya. En México también estableció vínculos con otros artistas e intelectuales europeos que habían escapado de los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

Leonora se separó de Leduc en 1943 y ya instalada en México mantuvo contacto con sus amigos surrealistas y se convirtió en la inspiración de artistas como Luis Buñuel, Octavio Paz, Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis.

Además, fue amiga inseparable de Edward James, quien la ayudó a impulsar su obra. En el mundo del arte conoce a la pintora surrealista Remedios Varo con la que comparte diversas aventuras, incluso en 1944 es Remedios quien le presenta a Emerico Chiqui Weisz, un fotógrafo que era compañero inseparable de Robert Capa, y con quien Leonora engendraría a sus dos hijos. Estuvieron juntos hasta la muerte del fotógrafo en 2007, a la edad de 95 años.

Gabriel y Pablo Weisz, los hijos de Leonora, aparecen constantemente en sus cuadros y, en la actualidad, son los herederos del trabajo de la artista.

La obra de Leonora, muestra además del mundo surrealista; su interés por la magia, la alquimia, el tarot y los cuentos de hadas que leyó de niña.

La galería Mónica Saucedo describe en su blog el trabajo de la artista de la siguiente manera: “Las pinturas de Leonora Carrington se inspiran en un mundo personal, íntimo y subjetivo, que surge de una fértil imaginación, influenciada fuertemente por los surrealistas y estimulada por lecturas fantásticas y esotéricas que fue aprehendiendo a lo largo de su vida. Ella estaba familiarizada desde pequeña con los mitos celtas, muy presentes en sus cuadros y obras de teatro, a los que sumó los mundos mágicos y fantásticos que descubrió en México, un país que tuvo una enorme influencia en su obra por la variedad de culturas indígenas y prehispánicas”.

Los últimos años de su vida, Leonora los pasó en la Ciudad de México en su departamento en la colonia Roma ubicado en la calle de Chihuahua, en donde casi se mantenía en el anonimato. En su libro Leonora, la escritora mexicana Elena Poniatowska señala que la figura de Carrington tomará más fuerza con el tiempo y que incluso llegará a ser tan grande como la de la propia Frida Kahlo.

El tiempo habla y actualmente ya se puede visitar el primer museo de la pintora en San Luis Potosí y muy pronto se abrirá uno en Xilitla, así como sus esculturas han visitado varios estados de la República y cada día hay más exposiciones con sus pinturas. Leonora falleció a los 94 años el 25 de mayo del 2011 a causa de una neumonía.

Aunque nacida en Inglaterra pero naturalizada mexicana, Leonora Carrington es celebrada por su expansivo imaginario y su exquisito cuerpo de trabajo plagado de composiciones oníricas. “[Carrington] creó un panteón de temas que transmiten su interés en lo sagrado, uno que no está vinculado a una religión o cultura específica, y su presencia en los rincones íntimos de nuestras psiques”, afirma el Museo de Arte Moderno de Nueva York.

El buen recibimiento de su obra por el público mexicano durante la década de 1950 y 1960 le valió recibir una comisión para pintar El mundo mágico de los mayas (1964), un mural el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México. Comprometida fuertemente con sus ideales, Carrington también fue una figura clave del Movimiento de Liberación Femenina de México en la década de 1970.

“Uno no decide pintar. Es como tener hambre e ir a la cocina a comer. Es una necesidad, no una elección”, le dijo a The Guardian en 2006. A lo largo de su carrera produjo decenas de pinturas y esculturas. A pesar de su avanzada edad, la artista seguía trabajando mientras atendía sus labores en casa.

“Uno de los aspectos extraordinarios del trabajo de Leonora es cómo parte de tantas inspiraciones diferentes, desde las leyendas celtas que aprendió de su niñera, a través de las limitaciones de su educación de clase alta, hasta el surrealismo de París en la década de 1930, y luego a la magia de México”, le dijo Matthew Gale, curador del Tate Modern, a The Guardian.

Hoy en día, las obras de Leonora Carrington forman parte de las colecciones del MoMa de Nueva York, la Tate Gallery en Londres, la colección Peggy Guggenheim en Venecia y el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México. Además, las esculturas de cobre que produjo en las últimas décadas de su carrera iluminan el paisaje urbano de varias ciudades mexicanas, entre las que destaca el Cocodrilo, que decora el Paseo de la Reforma, una de las avenidas principales de la Ciudad de México. En 2018 abrió el Museo Leonora Carrington, un espacio dedicado a su obra. Esta institución tiene sedes en Xilitla y la ciudad de San Luis, en México.

Leonora era la «la novia del viento» para el artista Max Ernst, «una mujer indomable, un espíritu rebelde, una leyenda» para la escritora Elena Poniatowska, y «la que nos libera de la miserable realidad de nuestros días» para Luis Buñuel. Ella, sin embargo, se definió como «una persona como cualquier otra que ha descubierto en la vida simplemente lo que ha podido». Y es que la vida de Leonora Carrington es díficil de resumir con los tres apellidos que surgen al consultar su biografía: pintora, escultora y escritora. Pero desde que tuvo uso de razón, se pasó la vida huyendo de esta zona de la geografía británica. No fue hasta que se asentó en México durante la década de los 40 cuando encontró un poco de paz.

¿Qué le pasó a Leonora Carrington durante estas largas dos décadas de huidas? Primero fueron sus padres. De clase acomodada, al ser hija de un fabricante textil, no se conformó con las facilidades que su familia le ofrecía. Durante su infancia fue de colegio en colegio católico. No era mala estudiante; era su rebeldía la que provocaba que la expulsaran de las diferentes escuelas en las que recalaba ya que tenía una aversión innata hacía las autoridades y las instituciones de todo tipo, no solo religiosas. No le debió de extrañar a nadie que cuando cumplió los 19 años se escapase, al no contar con el visto bueno paterno, a Londres para ingresar en la prestigiosa academia de arte de Amédée Ozefant.

Aunque Leonora Carrington ya había encontrado el lugar al que pertenecía, su mundo se puso boca abajo cuando conoció a Max Ernts. Por aquel entonces, muchos la calificaron como la musa de todo este tropel de artistas, término que la pintora detesta y considera humillante. «Prefiero que me traten como lo que soy: una artista», aseguró en una entrevista en El País en 1993.

España, la prisión de Leonora. Cuando todo parecía perfecto para la pareja -a pesar de que los padres de ella no aceptaban esta relación-, la Segunda Guerra Mundial estalló en sus vidas. Max Ernst fue declarado enemigo del régimen de Vichy en septiembre de 1939.

Su detención y posterior encarcelamiento en el campo de Les Milles fue para Leonora Carrington un duro golpe que la desestabilizó psicológicamente. A su pésimo estado mental, la pintora y escritora tuvo que sumar una cercana invasión de las fuerzas nazis alemanas que le llevaron a huir a España.

Derrumbada física y mentalmente, por gestión de su padre, terminó ingresada en un hospital psiquiátrico de Santander, experiencia que la marcó tremendamente tanto en el plano personal como profesional. Por esta razón, en su libro Memorias de abajo, llegó a escribir: «España fue como una prisión para mí».

Su estancia en España no duró demasiado. En 1941, logra escapar de este hospital con dirección a Lisboa. Cuenta la leyenda, que sus padres volvieron a dar con ella en la capital lusa y que intentaron enviarla a otra institución psiquiátrica, en esta ocasión en Sudáfrica.

Lograron meterla en un barco con destino a la excolonia británica, pero logró huir alegando que tenía que ir al baño. Salió corriendo y recaló en la embajada de México donde el diplomático y escritor mexicano Renato Leduc la ayudó a escapar de Europa. Después de este episodio, nunca volvió a tener contacto con sus progenitores.

Para irse del viejo continente, Renato Leduc y Leonora Carrington se casaron y juntos se trasladaron a México, con escala en Nueva York. El matrimonio solo duró dos años, pero sirvió para que la pintora y escritora británica encontrara la paz en el país americano.

Un par de años más tarde volvió a pasar por el altar, pero en esta ocasión de verdad, al conocer al fotógrafo Emericko Weisz, el compañero de Robert Capa, con quien tendrá dos hijos: Gaby y Pablo. Durante esta etapa, la también escritora restablece sus lazos con varios de sus colegas: André Breton, Benjamin Péret, Alice Rahon, Wolfgang Paalen y la pintora Remedios Varo.

Esta trayectoria de huidas tiene su mejor reflejo en su obra. Sus pinturas y esculturas cabalgan a medio camino entre la fantasía, la elegancia y la mitología personal. Pero Leonora Carrington está lejos de ser solo una pintora o escultora surrealista, para muchos la última superviviente de esta corriente artística.

Las etiquetas no fueron importantes para ella, y quizás por eso se lanzó a la escritura, tanto de ficción como la más próxima a la realidad relatando episodios de su vida.

Su biografía más fiel se encargó Elena Poniatowska: la escritora mexicana realizó en Leonora un completo retrato después de años de entrevistas. Probablemente, aunque nunca lo sabremos, a la pintora inglesa no le hubiese gustado llevarse un foco de tal magnitud.

Tras una vida de huidas, durante sus últimos años, vivía prácticamente recluida, como si la fama le diese alergia. La propia Elena Poniatowska aseguró que cada vez que le hacían un homenaje la mataban. En el documental de Javier Martín-Domínguez, ante tal despliegue de medios, Leonora Carrington llegó incluso a decir que había tenido «una vida aburridamente normal».

Con información México Desconocido, My Modern Met en Español y La Voz de Galicia

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Alejandra Delgadillo
Egresada de la licenciatura de Ciencias de la Comunicación por la UPAEP. Colaboradora en El Sol de Tlaxcala. Reportera de Noticias en Grupo Acir Puebla, donde tenía a mi cargo las fuentes de Salud, Instituciones Asistenciales, Iglesias, Agrarias, Ecología y Empresariales. Participé en el área de prensa de la Delegación del ISSSTE Puebla. Las secciones que escribo son: Vida Sana, Cábalas y Tradiciones, Mamás y Algo Más, Feminismo Hoy, Salud, Economía, Ciudad y Seguridad, en Revista Única. Además, soy colaboradora del programa de radio Cinco Mujeres en Cinco Radio. Coautora del libro “Crónicas de Puebla, 50 años”.

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