sábado, mayo 18, 2024
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David Alfaro Siqueiros y su visión del mundo

José David de Jesús Alfaro Siqueiros​ nació un 29 de diciembre de 1896 en Chihuahua; fue un pintor y militar mexicano. Es considerado uno de los tres grandes exponentes del muralismo mexicano junto con Diego Rivera y José Clemente Orozco.

Partidario de la estética expresionista y la retórica que le exigía su radicalismo político, además su pintura incluyó la tradición popular mexicana y las preocupaciones del surrealismo y el expresionismo europeo.

Su vida

En 1914, con apenas dieciséis años, se alistó en el ejército constitucionalista para luchar en la Revolución mexicana, una experiencia que le llevaría a descubrir las masas trabajadoras, los obreros, campesinos, artesanos, los indígenas y sobre todo las enormes tradiciones culturales de nuestro país.

A los dieciocho años de edad, Siqueiros y varios de sus colegas de la Escuela de Bellas Artes se unieron al Ejército Constitucionalista de Venustiano Carranza para luchar contra el gobierno de Victoriano Huerta. Cuando Huerta cayó en 1914, Siqueiros se afianzó en la lucha interna posrevolucionaria.

Huellas en su obra

Otro componente importante en su obra  fue la huella que dejó en él los tres años que pasó en Europa, hacia donde partió en 1919. La suma de ambas experiencias determinó por igual su pensamiento artístico.

Aunque muchos han señalado que la carrera artística de Siqueiros se vio con frecuencia interrumpida  por la política, el propio Siqueiros creía que las dos estaban inextricablemente unidas.

En 1921, publicó en Barcelona, España, la revista Vida Americana donde presentó un manifiesto titulado «Tres llamados a los artistas plásticos de América», en el que escribe sobre las propuestas artísticas que tenía pensadas y que creía convenientes para América.

Su participación política

En 1922, regresó a la Ciudad de México para trabajar como muralista para el gobierno revolucionario de Álvaro Obregón. El entonces secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, se impuso la misión de educar a las masas a través del arte público y contrató a decenas de artistas y escritores para erigir una cultura mexicana moderna.

Siqueiros, Rivera y José Clemente Orozco trabajaron juntos con Vasconcelos, quien apoyó el movimiento muralista encargándoles obras para edificios destacados en la Ciudad de México. Aun así, los artistas trabajando en la Escuela Nacional Preparatoria se dieron cuenta de que muchas de sus primeras obras carecían de la naturaleza pública visionada en su ideología.

En 1923, Siqueiros pintó su famoso y colosal mural Entierro del obrero sacrificado en el hueco de la escalera del Colegio Chico de San Ildefonso. El fresco representa a mujeres indígenas lamentándose sobre un ataúd, decorado con una hoz y un martillo.

Persecución política

Sin embargo, pronto se deterioraron sus relaciones con el gobierno. Su afiliación al Partido Comunista de México, su decisiva participación en la fundación del Sindicato de artistas y de su periódico (El Machete), hicieron que dejara de recibir encargos a partir de 1924 y que decidiera dedicarse exclusivamente a las actividades políticas.

Siqueiros reiniciaría su trayectoria artística en los años treinta, pero fue la militancia ideológica la que determinó el rumbo de su vida. En 1930, tras pasar varios meses en la cárcel por su participación en la manifestación del 1 de mayo, Siqueiros fue mandado al exilio interior en Taxco.

Últimos días

En 1936 volvió a luchar, esta vez en la guerra civil española, al lado del ejército republicano. Iniciada la Segunda Guerra Mundial, estuvo desterrado en Chile entre 1940 y 1944 por su participación en el asesinato de Trosky, y en 1960 fue encarcelado de nuevo acusado de promover la «disolución social». Cuando salió de la cárcel, cuatro años después, llevaba consigo las ideas de la que sería su última obra: Marcha de la Humanidad en América Latina hacia el cosmos.

Siqueiros murió en Cuernavaca el 6 de enero de 1974.

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