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San Juan Diego, el vidente del Tepeyac

La Virgen de Guadalupe eligió al humilde Juan Diego para ser su mensajero.

En Revista Única hoy te hablaremos de un hombre que fue una pieza fundamental en las apariciones la Virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac, San Juan Diego, quien se celebra este día.

San Juan Diego nació en 1474 en el «calpulli» de Tlayacac en Cuauhtitlán, estaba localizado a 20 kilómetros al norte de Tenochnitlán, México. Cuando nació recibió el nombre de Cuauhtlatoatzin, de cuauhtli, “águila”; tlatoa, “hablar”; huac “como”, y tzin, diminutivo o reverencial.

Si su estirpe era noble, como lo hace suponer el padre José Luis Guerrero en su libro Dos mundos de un indio santo, el significado de Cuauhtlatoatzin sería: “El señor que habla como águila”.

Pero si su condición era la de macehual, como generalmente lo han considerado otros autores, sería: “El que habla como águila”. Este nombre está comprobado por el Códice 1548, en el que claramente se consigna al referir la fecha de su muerte, precisamente en 1548.

juan diego

Juan Diego fue huérfano porque vivía con su tío. Se cree que hacia 1524 Juan Diego fue bautizado, junto con su esposa y tío, y que recibieron, respectivamente, los nombres cristianos Juan Diego, María Lucía y Juan Bernardino.

Se dice también que recibió el sacramento de manos de fray Toribio de Benavente (Motolinía) o de fray Pedro de Gante, interpretación que se basó en una pintura que había en el dormitorio del convento de Cuautitlán.

A pesar de las opiniones de los historiadores más antiguos y serios, es muy probable que Juan Diego y su esposa María Lucía sí hayan tenido descendencia, ya sea natural o por adopción, pues, por un lado, la mujer-madre en el concepto mexica tenía una categoría especial -al grado que si moría de parto se le consideraba como una semideidad e iba a formar parte de una estrella en el firmamento.

Por otra parte, los matrimonios legales, como el que formaba esta pareja, eran cuidadosamente convenidos, dependiendo de la categoría social, la familia y del clan al que pertenecía cada uno. Por ello resulta difícil pensar que luego de tantos cuidados sociales una pareja se casara con la idea de vivir juntos sin la intención de procrear herederos.

El Nican Motecpana nos dice que Juan Diego era viudo: dos años antes de que se le apareciera la Señora Inmaculada murió su mujer.

Juan Diego y las apariciones de la Virgen.

En relación al lugar de residencia ha estado en disputa desde un principio. Por ejemplo, el doctor Francisco de Siles, canónigo lectoral del cabildo de la Catedral de México, en las Informaciones de 1666, afirma que Juan Diego no solo era oriundo de Cuautitlán, sino también vecino de ese lugar a la fecha de las apariciones.

Con motivo de las mismas “Informaciones…”, el bachiller Luis Becerra Tanco ofreció un escrito que sería publicado póstumamente en 1675 bajo el título “Felicidad de México…” en el que dice de Juan Diego:

“Natural según fama de  un pueblo de Quautitlán, distante cuatro leguas (de 20 a 24 km, según las diferentes equivalencias) de esta ciudad hacia la parte del norte de la nación mexicana y casado con una india, que se llamó María Lucía, de la misma calidad de su marido, venía del pueblo en que residía (dícese haber sido de Tolpetlac en que era vecino) al templo de Santiago el mayor, patrón de España, que está en el barrio de Tlatelolco”.

juan diego

Otro documento sitúa la residencia de Juan Diego en San Juanico:…fray Juan de Zumárraga, a quien el año del señor de mil quinientos treinta y uno se le apareció la Santísima Virgen de Guadalupe estampándose en el ayate de Juan Diego, indio del pueblo de San Juanico, sujeto a Tlatelolco, el día doce de diciembre de dicho año..” San Juanico es un poblado vecino al de Tulpetlac que menciona la tradición.

Por todo esto se puede aceptar el dicho de Becerra Tanco, con la reserva de que el nombre específico del poblado o barrio fuese alguno perteneciente a la jurisdicción de Tulpetlac.

Es más fácil ubicarlo en Tulpetlac o en algún lugar cercano a este, y por qué no, en un lugar que perteneciera jurisdiccionalmente a Tulpetlac y estuviera más cerca de Tlatelolco que del asiento del poder político de su jurisdicción, como Ixhuatepec.

El Peregrino, Juan Diego.

Juan Diego enviudó en 1529 y sus vecinos le llamaban “El Peregrino”, pues gustaba de caminar a solas, e ir de su lugar de residencia a Tlatelolco para recibir la catequización y escuchar misa.

Una vez que paso la experiencia de platicar con la Señora del Cielo, de ver la imagen estampada en su tilma y construida la ermita, se dedicó a cuidarla y seguramente a platicar con Ella, así como a referir el acontecimiento a todo aquel que quisiera escucharlo y, en especial, a seguir viviendo santamente.

Juan Diego murió en 1548, a los 74 años, “pobre en méritos humanos, rico en virtud y fama”, en su aposento “muy chiquito”, de adobe, que tenía junto a la ermita, como consta en las Informaciones de 1666.

Otra información que confirma la existencia y vida de Juan Diego proviene de un medallón al que se refiere don Cayetano Cabrera:

“El año de 1797 me entregó el sacristán Antonio Romo el óvalo que coloqué en este bastidor, con el resguardo de vidriera para conservar en él el documento precioso e interesante de la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe, pues consta que es la inscripción que seguramente con aprobación del ordinario colocaron los primeros fieles guadalupanos.

Además, fue para conservar la memoria del felicísimo indio Juan Diego, su existencia y sepulcro ubicado en la capilla antigua, según se refiere por el hallazgo de ese óvalo, que encontré en la bodega de esa misma capilla hoy llamada La Parroquia; y esta combinación se apoya por lo que de ella refiere en su “Escudo de Armas de México el licenciado don Cayetano Cabrera en 1746.

Además la inscripción con letra de oro en campo azul dice así: “En este lugar se apareció Nuestra Señora de Guadalupe a un indio llamado Juan Diego, que está enterrado en esta iglesia”.

No basta por ahora, a vista de esta inscripción y del retrato original que está en la Sala de Cabildo de esta Santa Iglesia Nacional Colegiata, del venturoso Juan Diego, que no aparezca su cadáver, pues por éstos y otros muchos documentos se prueba bastante su existencia…”.

Así que desde el punto de vista histórico y de acuerdo con el ingeniero Joel Romero, don Ignacio Manuel Altamirano trató magistralmente a Juan Diego, cuando le dijo que el día que no hubiera Guadalupe ni Juan Diego, no habría nacionalidad mexicana”.

Y, agrega el ingeniero Romero, en una entrevista publicada en Ixtus (1996), “Juan Diego es un modelo de paz interior que todos necesitamos en este convulso mundo, y su principal hazaña es que estando condenado a la oscuridad, refulge con luz propia a pesar de la luz guadalupana”.

Con información de México Desconocido.

Imágenes de Pixabay

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Alejandra Delgadillo
Egresada de la licenciatura de Ciencias de la Comunicación por la UPAEP. Colaboradora en El Sol de Tlaxcala. Reportera de Noticias en Grupo Acir Puebla, donde tenía a mi cargo las fuentes de Salud, Instituciones Asistenciales, Iglesias, Agrarias, Ecología y Empresariales. Participé en el área de prensa de la Delegación del ISSSTE Puebla. Las secciones que escribo son: Vida Sana, Cábalas y Tradiciones, Mamás y Algo Más, Feminismo Hoy, Salud, Economía, Ciudad y Seguridad, en Revista Única. Además, soy colaboradora del programa de radio Cinco Mujeres en Cinco Radio. Coautora del libro “Crónicas de Puebla, 50 años”.

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