Hasta antes de la pubertad y como una adquisición biológica muy tardía del desarrollo, aparece en niños y niñas la función sexual adulta denominada respuesta sexual, que tiene que ver específicamente con el despertar del interés sexo afectivo por el otro sexo, la predisposición física a la excitación, la cópula, la eyaculación y el orgasmo.
La respuesta sexual y el cuerpo adulto que le acompaña a partir de ese momento, nos convierte sorpresiva y rápidamente en hombres y mujeres adultas con capacidad biológica para sentir placer sexual y procrear, obligándonos a definir la construcción infantil de nuestra identidad sexo genérica a través de la cual nos habíamos expresado como niños y niñas durante ese largo periodo de la infancia. Recordemos que hasta la pubertad la sexualidad infantil aún no posee el componente hormonal que le proporciona a la sexualidad su función placentera y reproductiva.
Cuándo la niña o el niño han crecido en un ambiente restrictivo con respecto a la sexualidad, o han recibido una educación formal o informal distorsionada o negativa hacia los órganos y la actividad sexual adulta, tendrán dificultades para aceptar sus cambios corporales y sus funciones una vez llegados a la pubertad. Sus expectativas de convertirse en un ser adulto pleno no será positiva y desarrollarán actitudes contradictorias hacia sus órganos sexuales y su naciente y poderosa respuesta sexual. Las creencias adquiridas dificultarán la aceptación de sí mismo como mujer u hombre y como consecuencia, la construcción de su identidad será
caótica, dificultosa y a veces patológica.
En la mayoría de sociedades la educación sexual informal temprana no sólo favorece la construcción de una
identidad infantil sino que genera expectativas positivas para afrontar el paso inevitable de conversión de niño a hombre y de niña a mujer; así de esta manera la aparición del cuerpo adulto con sus caracteres sexuales primarios (órganos sexualesy sus funciones) y caracteres sexuales secundarios (barba masculina, pechos femeninos etc.) son incorporados sin problemas en la construcción de la identidad sexo genérica adulta que nos acompañará durante toda la vida.
Una vez que la respuesta sexual se ensambla en el cuerpo, ésta corresponde a la denominada «función reproductiva» del organismo con una característica muy especial que la diferencia de la función respiratoria circulatoria u otra cualquiera; la gran diferencia con esas otras funciones orgánicas es que la función sexual está altamente corticalizada y por lo tanto es susceptible a la influencia social y el control consciente. Por ese motivo, algunos estudiosos del comportamiento sexual afirmamos que la sexualidad no es equivalente a un instinto sexual y no es una función meramente reproductiva. Múltiples motivos de orden social, cultural y psicológico modulan, concientemente o no, su uso y su desempeño otorgándole una especificidad propia no sólo orgánica sino bio psico social.
Esta alta susceptibilidad de la respuesta sexual a las vicisitudes de nuestra vida afectiva y cognitiva la hacen propensa a una serie de alteraciones que tienen un origen psicológico y no orgánico, tales como la gran mayoría de disfunciones sexuales y otras alteraciones de la identidad sexual.
Al ver desde esta perspectiva el desarrollo psicosexual se advierte con claridad el importante papel que debemos otorgarle a una educación sexual integral que oriente y le dé significado al complejo proceso psicofisiológico que nos lleva a ser personas adultas con una identidad definida. Este proceso en nuestra especie, requiere de un largo acompañamiento familiar y social que nos arrope cognitiva y afectivamente ante el devenir de las circunstancias que es la vida misma.
Por Mtro. Alfonso Aguirre Sandoval














