viernes, septiembre 20, 2024
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Por los pies

En el insomnio traté de recordar la escena. En efecto, su andar era pulcro, rectilíneo, sin tacha. Jamás le pregunté por ese su desplante de ir por el mundo en forma de danza, como si el aire la sostuviera, como si de remolinos se tratara el caminar. A veces expresaba que el género humano tenía su origen en los pies y que ¡más valía aprender a pensar desde los pies!


Alguna vez, descalza, desprendida de aquella preocupación por ser humana, lejos de ataduras y bloqueos sexistas, sin más propósito que levantar al mundo y sostenerlo al estar erguida, la miré caminar con pasos discretos, sin producir ruido alguno, apenas acompasando el frío suelo del alba. ¡Son de lana, como los pies de los dioses!, decía.
Tiempo después, entre la arena que picaba mis pies, el agua que ennoblecía sus arrugas, la sal que los limpiaba, luego el pasto que se hundía entre los dedos, la tierra que araba y quemaba sus distancias, las hormigas que andaban alrededor, incluso los reptiles que se arrastraban salpicándolo todo, la realidad me entró de nuevo por los pies.

Desde entonces mis encuentros con los dioses son cotidianos, mis angustias por sus secretos no revelados son múltiples, mis deseos de deshacerme de ellos no terminan, pero nunca les he mirado los pies. ¡Vaya traición de este mundo material y espiritual, tan ensimismado en sí mismo, que nos impide ver los pies de nuestras ficciones más preciadas!

Ahora entorno los ojos de abajo arriba y no me falta admirar pies, en particular los desnudos, los que exhiben talentos, aquellos que inauguran estrellas, esos que de verlos hacen vida, los que traen bajo sus cadencias la humildad de la belleza anclada a la eterna paciencia de lo que se mueve por los suelos y hace explotar los aires.

¡Será por ello que ahora los insomnios comienzan por los pies!

Mi correo es ricardocaballerodelarosa@gmail.com

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