Descubrir cómo tratar la piel seca y deshidratada es un enigma ancestral de belleza que incluso hoy en día aún nos cuestionamos. Por eso hemos investigado a profundidad el tema y ¿Qué hemos aprendido?, que tenemos que regresar al diccionario. La mayoría creemos que la sequedad de la piel es un resultado directo de la deshidratación o la falta de agua, pero estamos totalmente equivocadas porque las dos en realidad no son sinónimos.
¿Sabrías al menos diferenciarlas? Te adelantamos una pista: una de ellas necesita aceite y productos que le aporten lípidos, mientras que la otra lo que requiere es agua, o sea, una buena dosis de hidratación.
Así que el primer paso es comprender la diferencia entre la sequedad y la deshidratación.
¿Qué es la piel seca?
La piel seca es algo con lo que puedes nacer, pero también puedes desarrollar. Los bebés y los niños tienden a tener la piel más seca, así como nosotras a medida que nos hacemos mayores, por lo que es importante conocer las cuatro edades en las que tu piel cambiará y cómo enfrentar cada cambio. Sin embargo lo que sí es una leyenda urbana es pensar que sólo las pieles maduras necesitan hidratarse, pues las jóvenes también pueden tener la piel seca.
Pero ¿Cómo puedes identificarla? Si eres de las que usa varias veces al día una crema hidratante para evitar la sensación de resequedad, seguramente es porque tienes la piel seca.
Otro mito que debemos desmentir es que las cremas son únicamente para usar de noche (salvo que el producto lo especifique), ya que cuando más se necesita este escudo protector es durante el día, que es cuando la piel está sometida a más agresiones, sobre todo por el clima, el sol, la contaminación y las variaciones de temperatura.
En resumidas cuentas, la piel seca se clasifica como alipídica, lo que significa que no produce sebo ni aceite. Y como la piel depende de la grasa natural para mantener la humedad, sin ella puede parecer áspera y escamosa y las arrugas pueden ser más pronunciadas.
¿Qué es la piel deshidratada?
Por su parte, la deshidratación puede atacar a cualquier tipo de piel sin distinción (mixta, grasa o seca), aunque las secas suelen tener una mayor tendencia a sufrirla. Sin embargo, los efectos son diferentes: cuando las pieles mixtas y grasas se deshidratan, suele descamarse en la zona media del rostro, es decir, en los bordes de la nariz y en el nacimiento de las cejas. Mientras que las pieles normales o secas pueden notar más tirantez (sin elasticidad) o descamación en la zona de las mejillas o el contorno de los labios.
Ésta condición de la piel implica que carece de contenido acuoso, pero por lo contrario a la piel seca, es capaz de producir el aceite natural.
Si bien puede ser genética o ambiental, la piel deshidratada puede sentirse escamosa y sin elasticidad, y permite que se formen líneas finas triangulares, debido a la deflación de la células superficiales por falta de agua.
Así que ya sabes, no las puedes seguir confundiendo. Si a una piel deshidratada le aportas lípidos puede que se formen granitos, puedes obstruir los poros y puedes crear brillos no deseados. En cambio si a una piel seca solo le aportas agua, sentirá de manera instantánea un alivio pero a lo largo del día no retendrá el agua poniendo en riesgo la barrera cutánea. Y recuerda, ni la piel seca ni la deshidratada son exclusivas del rostro, pueden afectar a todo el cuerpo. ¡Cuídalo!
Con información de: fucsia.co
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