Al salir llovía. Intenté cubrirme para no mojarme pero no dejaba de llover. Entre lluvia comencé a caminar. Terminé empapado mucho antes de llegar a mi destino. Me relajé entonces.
Completamente humedecido las gotas lo inundaban todo. Pensé: qué tal si echo por ellas el pasado, si me deshacen del que soy, si con ellas huye esta sensación extraña que es extraña a mí y extraña al mundo.
Mis pasos se hicieron firmes y puse fuerza en ellos, con la fuerza del sacar los demonios que gravitaban y volaban sobre una cabeza no solo húmeda sino afiebrada por la emoción, por la posibilidad de abandonar aquello siempre deseado de ser abandonado.
El acto y su trama penetraron el sustrato que me alimentaba el momento. El monje que quita su manto y libera espíritu, la serpiente que cambia de piel para crecer, la tierra que con lluvia refresca su portento.
Inconsútil en su autonomía el inabarcable muro de agua me veía y palpaba y abrazaba sin yo poder asirlo. Lejos y muy lejos me lanzaba más allá del lugar, hecho, momento.
Abigarrado en ropas y carnes y desterrado de mí mismo del momento, ya incorporaba cada motivo al vivo existir el plan de dejarme caer y ser pausa y acontecimiento lejos de múltiples momentos.
Cercado por la realidad me aventuré el adentrarme y derretirme como agua.
Ahí estaba en la materia aspiracional del todo universal pero no le arrancaba apenas suspiro. Ella me mojaba y con su fibra y color aparentes en cambio y sin fingir y con inexpresable lenguaje del mojar me quitaba todo, me hundía, me arrinconaba con efectos y afectos. Era ya agua.
Estreno desde aquel entonces cada cambio de piel, manto y tierra y el porte esbelto del andrógino reflujo. Un agua filtra la vida desenvuelta con que vivo y me baño por dentro con el agua dejada correr.
Un excitar es el que me arroja y redefino energías, creencias, armas, donceles inhumanos y paraísos que aunque figuras no dejan de tener mundo aparte.
Ahora espero cada tormenta y espero mojarme y caminarme con esos pasos dejados caer con el agua que dobla la esquina y convierte el camino en cambio de vía.
Llueve desde dentro y me llueve estando dentro, desde mi agua inundo ese exterior que me moja y seduce con el dulce olor de lluvia.
Ya llueve y lluevo y mi piel es ya liberada, piel de serpiente, hábito de oración, cubierta de polvo y el cambio de vía autentica el hermafroditismo de esta pieza flor que ahora se moja y moja.
Cae ya la lluvia y cada desencuentro y piel me esperan para rastrearme.
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