Obtener y disfrutar del placer sexual ha sido y es una de las grandes expectativas de toda relación de pareja. Aunque hay un acuerdo generalizado en este punto, las cosas se complican cuando no sabemos o no alcanzamos a comprender que cada persona tiene una manera particular de lograr esa gratificación sexual por lo que uno de los retos de toda relación, será respetar y saber combinar los gustos y preferencias sexuales de cada quien de tal manera que ambas partes disfruten de sus intercambios sexuales.
No siempre es fácil entender las demandas sexuales de la pareja como propias y legítimas de su forma de ser ya que es más fácil pensar que «todos los hombres y todas las mujeres son iguales» y quienes son diferentes es porque tienen algún problema; este pensamiento es muy persistente en mujeres y hombres y tiende a negar o invalidar las diferencias en este campo. Otra situación que no ayuda a aceptar las preferencias sexuales de la pareja, especialmente cuando difieren mucho de las nuestras o están en contradicción con nuestras creencias es el temor a la pérdida de valor como persona «no me doy a respetar», o a la pérdida de nuestra propia identidad «yo he sido así toda la vida», etc.
Es de reconocer que el placer sexual se encuentra articulado de una u otra manera, con la pulsión biológica, con la esfera emocional incluido el vínculo afectivo y, muy dependiente también, de las expectativas sociales acerca de nuestro propio desempeño sexual y de la respuesta erótica y sexual esperada de parte de la pareja.
Los factores socioculturales tales como la disposición al encuentro, la actitud ante el desnudo, etc., la importancia concedida al cuerpo: rasgos físicos, olor/sabor, edad, etc.; los rasgos de personalidad: dominante, activa, etc.; las habilidades sociosexuales y la experiencia sexual, las fantasías sexuales y muchos elementos más, contribuyen a la formación de una serie de preferencias psicosexuales que forman un perfil erótico sexual propio de cada persona a través del cuál se genera y expresa el deseo sexual.
Por lo tanto, el placer sexual no deriva -como muchas personas creen-, de la percepción de estímulos «eróticos» socialmente estandarizados, ni de actos y movimientos básicos repetitivos; el placer sexual está directamente relacionado con la satisfacción subjetiva del proceso que lleva al encuentro sexual y que va desde la anticipación del encuentro hasta el período refractario post coito.
La gran mayoría de hombres y mujeres son capaces de entender que cada quien es diferente en el terreno sexual con lo que se da el primer paso hacia el respeto mutuo; una vez dado este paso, también la gran mayoría de diferencias en el terreno de las preferencias sexuales se pueden articular positivamente con el propósito de que ambas partes disfruten plenamente del placer sexual. Sin embargo, siempre habrá un límite en cuanto a la aceptación o no de las diferencias sexuales entre la pareja; el límite es la falta de satisfacción, la incomodidad y/o dolor sistemático, negación de sí misma y falta de reciprocidad entre otras. En estos casos, la separación es una buena opción.
Maestro Alfonso Aguirre Sandoval