jueves, septiembre 19, 2024
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img

OTROS ARTÍCULOS

Historia y evolución del Día de Muertos, herencia prehispánica y colonial

En la época prehispánica el culto a la muerte era uno de los elementos básicos de la cultura, cuando alguien moría era enterrado envuelto en un petate y sus familiares organizaban una fiesta con el fin de guiarlo en su recorrido al Mictlán.

De igual forma le colocaban comida que le agradaba en vida, con la creencia de que podría llegar a sentir hambre. El Día de Muertos en la visión indígena implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en su honor.

El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) tiene registros de que Teotihuacan se fundó hacia el año 1325 a.C. Conocida en la antigüedad como la Ciudad de los Dioses, fue uno de los centros ceremoniales más poderosos del actual México. Para los teotihuacanos, el culto a la muerte era natural: rendían homenaje a sus gobernantes y seres queridos que ya habían trascendido, con altares y ofrendas vistosas. De hecho, se ha rastreado el origen del altar de Día de Muertos a los tzompantlis: estructuras sagradas en las que se insertaban cráneos humanos de manera ritual.

En esta celebración de Día de Muertos, la muerte no representa una ausencia sino a una presencia viva; la muerte es un símbolo de la vida que se materializa en el altar ofrecido. En este sentido se trata de una celebración que conlleva una gran trascendencia popular ya que comprende diversos significados, desde filosóficos hasta materiales.

Su origen se ubica en la armonía entre la celebración de los rituales religiosos católicos traídos por los españoles y la conmemoración del día de muertos que los indígenas realizaban desde los tiempos prehispánicos; los antiguos mexicas, mixtecas, texcocanos, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas y otros pueblos originarios de nuestro país, trasladaron la veneración de sus muertos al calendario cristiano, la cual coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz, principal cultivo alimentario del país.

Sin embargo, el origen de la celebración de Día de Muertos es más reciente. Si bien es cierto que los pueblos originarios de México heredaron las costumbres prehispánicas, no fue hasta que los colonizadores europeos llegaron a América que la tradición se consolidó.

En la época prehispánica, documenta el Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (INAFRED), los teotihuacanos envolvían a sus muertos en petates para después enterrarlos. Al momento de sellar la tumba, empezaba la fiesta para guiarles hasta el Mictlán: la Morada de los Muertos. Ahí los recibiría Mictlantecuhtli, el dios de la muerte y de la vida.
Cuando los colonizadores europeos vieron este tipo de rituales, inmediatamente los tacharon de satánicos. A sus ojos, celebrar la muerte de un ser querido no era digno de las costumbres cristianas. Por ello, durante la conquista espiritual de América, la Iglesia Católica intentó modificar estas costumbres para sus propios beneficios.

Por ello, las fiestas en torno a Día de Muertos coinciden con el Día de Todos los Santos, el 1º de noviembre de cada año. Para cristianizar las tradiciones prehispánicas, se unió el culto a los santos católicos que llegaron al cielo. La conmemoración empezó tras el papado de Gregorio III, entre los años 731–741 d.C. y, con la llegada de los españoles a América, se impuso para cristalizar el catolicismo como la única fe válida en el Nuevo Mundo.
Aprovechando que las tradiciones tienen algo que ver entre sí, los colonizadores espirituales en México tomaron el 1º y 2º de noviembre para adaptar la antigua costumbre prehispánica. Fue así que, después de siglos de sincretismo, el Día de Muertos se consolidó como una fiesta nacional a lo largo y ancho de México.

Por Nancy Luna

Te puede interesar:

Llega el otoño a México

8 curiosidades de los Arcángeles

San Jerónimo, patrono de los traductores y arqueólogos

ÚLTIMOS ARTÍCULOS