miércoles, septiembre 18, 2024
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El secuestro de Blanca Alcalá y la empatía selectiva

Qué fácil es ser valiente detrás de un teclado, ¿verdad?

Ayer por la noche, la noticia del secuestro exprés de la diputada federal del PRI, Blanca Alcalá, sacudió las redes sociales. De inmediato se desplegó una oleada de solidaridad de compañeros, funcionarios y comunicadores, pero también una ráfaga de comentarios venenosos, burlones y hasta agresivos. ¡Qué curioso! Parece que en el circo de las redes, la empatía es un espectáculo opcional.

Blanca Alcalá, exalcaldesa de Puebla, sufrió un episodio de esos que a cualquiera nos dejaría temblando: una banda de ponchallantas, pistolas en mano, la retuvo a ella y a su chofer durante siete interminables horas, le vaciaron las cuentas y le quitaron sus pertenencias. Sin embargo, lo que realmente enojó a muchos fue que… ¡la liberaron! Sí, parece que la idea de que esta mujer, al igual que cualquier otra, hubiera podido ser violentada, no fue suficiente para saciar el morbo de algunos que quedaron decepcionados de que no le pasara más.

Pero claro, no estamos hablando de «cualquiera», sino de una política, y ahí es donde comienza la danza de la doble moral. Los comentarios no se hicieron esperar: «Se lo merece», «Ojalá le hubieran hecho más», «Ah, pero si hubiera sido una ciudadana común…» Y es aquí donde la superioridad moral de los internautas se pone su capa de héroe y nos enseña lo que realmente piensan: que algunos merecen más empatía que otros, dependiendo de su posición en la vida.

Vamos a decirlo claro: sí, Blanca Alcalá ha sido objeto de controversias, acusaciones de corrupción, y una campaña negra que, fundada o no, la ha perseguido como una sombra desde hace años que compitió por la gubernatura. Pero ¿Hasta dónde llega la lógica del «se lo merecía»? Es un pensamiento tan peligroso como absurdo.

Hay algo irónico en todo esto: esos mismos internautas que se sienten superiores por no ser políticos, que claman tener una moral inquebrantable, son los que no dudan en desear el mal a alguien sólo porque está en una posición de poder. ¿No es esa la misma clase de mentalidad que critican? Es fácil apuntar el dedo y decir que todos los políticos son corruptos, que todos son «ratas de cuello blanco». Pero cuando nos ponemos a desear la violencia, ¿en qué nos convertimos?

No es la primera vez que Blanca sufre el juicio implacable de una sociedad que parece tener un estándar doble para las mujeres en el poder. Porque no nos engañemos, las acusaciones y el odio dirigido hacia ella tienen un componente de género que es innegable. En este país, las mujeres en la política no sólo luchan contra sus adversarios, sino contra una sociedad que constantemente las pone en duda.

La Chica Única

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