Hay una línea muy fina que separa la admiración del acoso, y cuando se cruza, lo que antes parecía una simple muestra de afecto se convierte en una pesadilla.
Esto es precisamente lo que está viviendo Leidy Salazar, una reconocida conductora que ha sido víctima de un acoso escalofriante por parte de un seguidor que, desde hace años, ha llevado su «admiración» a niveles perturbadores.
Imagina tener que lidiar con un hombre mayor de 50 años, que no solo te sigue en todas tus redes sociales con comentarios cada vez más inapropiados y obsesivos, sino que además aparece en tu lugar de trabajo, te espera con regalos no deseados y fantasías perturbadoras sobre ser tu pareja. No, no es el guion de una película de terror, es la realidad de muchas mujeres, y Leidy es solo una de ellas.
Este acosador ha cruzado todas las líneas posibles, y aunque se especula que podría tener algún tipo de padecimiento mental, esto no justifica su comportamiento. Hay que ser claras: la salud mental es un tema serio y merece atención y compasión, pero el acoso nunca es aceptable, venga de quien venga. ¿Cuántas veces hemos escuchado excusas como «es que no está bien de la cabeza» para justificar el acoso hacia las mujeres? ¿Cuántas veces nos han pedido paciencia y comprensión cuando lo único que queremos es sentirnos seguras?
Leidy, como muchas otras mujeres, intentó manejar la situación con delicadeza, pensando que tal vez podría ser solo un seguidor un poco más «entusiasta». Pero cuando el «entusiasmo» se convierte en una invasión a tu espacio personal, cuando sientes miedo por tu seguridad, es hora de poner un alto.
No importa quién sea el acosador ni cuál sea su situación; lo que importa es que ninguna mujer debería tener que aguantar este tipo de comportamiento. Si alguien tiene un problema de salud mental, la solución es buscar ayuda profesional, no acosar a mujeres. Si este hombre realmente padece alguna distorsión de la realidad, entonces necesita un apoyo adecuado, una red familiar o institucional que lo contenga y le brinde el tratamiento que necesita. Pero, para que eso suceda, primero debemos reconocer que lo que está haciendo es acoso, y el acoso es inaceptable, punto.
Leidy ha dado un paso importante al denunciar públicamente su situación, pero no debería ser la única. Debemos entender que ninguna mujer está obligada a tolerar comportamientos acosadores, sin importar las circunstancias del agresor. La denuncia no es solo un acto de defensa propia, es un acto de defensa para todas las mujeres que puedan encontrarse en situaciones similares. Porque si no ponemos un alto, si no trazamos esa línea clara y firme, el acoso se normaliza, y eso es algo que no podemos permitir.