La maternidad precoz es un problema que expresa desigualdad al presentarse en los estratos sociales bajos en comparación con los altos
El 26 de septiembre se celebra en varios países el Día Mundial de Prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes. Esta festividad surgió en 2003 en Uruguay, cuando varias instituciones públicas y privadas se sintieron alarmadas por la cantidad de embarazos precoces que había en las escuelas. Entre ellas la más involucrada hasta los días presentes es Bayer Schering Pharma.
La idea al celebrar este día es educar a los jóvenes del mundo sobre métodos anticonceptivos eficaces y su importancia. El mensaje no limita simplemente a evitar los embarazos no deseados. También al contagio de enfermedades venéreas y al conocimiento de los estudiantes sobre el desarrollo de su propio cuerpo.
A pesar que desde el año 1990 se registró un descenso en el número de embarazos en adolescentes, aún hoy en día un 11% de los niños que llegan al mundo, lo hacen desde el vientre de niñas cuya edad oscila entre los 15 y 19 años. La gran mayoría de estos casos ocurren en comunidades de muy bajo ingreso, trayendo como consecuencia en muchos de estos casos el deceso de la madre durante las labores de parto o el fallecimiento del bebé.
Eso sin contar que cada año, 3 millones de jóvenes deciden practicarse abortos que también les puede conducir a la muerte o las puede dejar estériles de por vida.

Un 11% de los bebés que nacen, son de madres adolescentes
Con el objetivo de acabar con esta realidad la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha propuesto a los países miembros de la ONU adoptar los siguientes 6 objetivos:
Reducir el número de matrimonios en los que la mujer sea menor a los 18 años de edad.
Fomentar la compresión y el apoyo en los jóvenes para evitar los embarazos en menores de 20 años.
Aumentar el uso de los anticonceptivos.
Reducir las relaciones sexuales forzadas en adolescentes.
Reducir y penar las prácticas de aborto en adolescentes.
Incrementar el uso de servicios ginecológicos, prenatales, natales y posnatales en adolescentes.
¿Qué hacer para celebrar el Día Mundial de Prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes?
Nuestra mejor recomendación es asistir a algún evento o conferencia que ayude a la educación sexual de los jóvenes y convertirnos en multiplicadores del mensaje, bien sea creando panfletos, escribiendo en nuestros blogs o compartiendo algún mensaje adecuado en las redes sociales acompañadas por el hashtag #DíaMundialdePrevencióndelEmbarazoenAdolescentes

Datos y cifras
Unos 16 millones de muchachas de 15 a 19 años y aproximadamente 1 millón de niñas menores de 15 años dan a luz cada año, la mayoría en países de ingresos bajos y medianos.
Las complicaciones durante el embarazo y el parto son la segunda causa de muerte entre las muchachas de 15 a 19 años en todo el mundo.
Cada año, unos 3 millones de muchachas de 15 a 19 años se someten a abortos peligrosos.
Los bebés de madres adolescentes se enfrentan a un riesgo considerablemente superior de morir que los nacidos de mujeres de 20 a 24 años.

Tasas de natalidad
Si bien desde 1990 se ha registrado un descenso considerable, aunque irregular, en las tasas de natalidad entre las adolescentes, un 11% aproximadamente de todos los nacimientos en el mundo se producen todavía entre muchachas de 15 a 19 años. La gran mayoría de esos nacimientos un 95%, ocurren en países de ingresos bajos y medianos.
En las Estadísticas Sanitarias Mundiales 2014 se indica que la tasa media de natalidad mundial entre las adolescentes de 15 a 19 años es de 49 por 1000 muchachas. Las tasas nacionales oscilan de 1 a 299 nacimientos por 1000 muchachas, siendo las más altas las del África Subsahariana.
El embarazo en la adolescencia sigue siendo uno de los principales factores que contribuyen a la mortalidad materna e infantil y al círculo de enfermedad y pobreza.
Algunas adolescentes planean y desean su embarazo, pero en muchos casos no es así. Los embarazos en la adolescencia son más probables en comunidades pobres, poco instruidas y rurales. En algunos países, los embarazos fuera del matrimonio no son raros. En cambio, algunas muchachas pueden recibir presión social para contraer matrimonio y, una vez casadas, para tener hijos. En países de ingresos medianos y bajos más del 30% de las muchachas contraen matrimonio antes de los 18 años, y cerca del 14% antes de los 15 años.

Algunas muchachas no saben cómo evitar el embarazo, pues en muchos países no hay educación sexual. Es posible que se sientan demasiado cohibidas o avergonzadas para solicitar servicios de anticoncepción; puede que los anticonceptivos sean demasiado caros o que no sea fácil conseguirlos o incluso que sean ilegales. Aun cuando sea fácil conseguir anticonceptivos, las adolescentes activas sexualmente son menos propensas a usarlos que las mujeres adultas. Puede que las muchachas no puedan negarse a mantener relaciones sexuales no deseadas o a oponerse a las relaciones sexuales forzadas, que suelen ser sin protección.
Consecuencias para la salud
Las complicaciones durante el embarazo y el parto son la segunda causa de muerte entre las muchachas de 15 a 19 años en todo el mundo. Sin embargo, desde el año 2000 se han registrado descensos considerables en el número de muertes en todas las regiones, sobre todo en Asia Sudoriental, donde las tasas de mortalidad se redujeron de 21 a 9 por 100 000 muchachas. Cada año se practican unos 3 millones de abortos peligrosos entre muchachas de 15 a 19 años, lo que contribuye a la mortalidad materna y a problemas de salud prolongados.

La procreación prematura aumenta el riesgo tanto para las madres como para los recién nacidos. En los países de ingresos bajos y medianos, los bebés de madres menores de 20 años se enfrentan a un riesgo un 50% superior de mortalidad prenatal o de morir en las primeras semanas de vida que los bebés de mujeres de 20 a 29 años. Cuanto más joven sea la madre, mayor el riesgo para el bebé. Además, los recién nacidos de madres adolescentes tienen una mayor probabilidad de registrar peso bajo al nacer, con el consiguiente riesgo de efectos a largo plazo.
Consecuencias económicas y sociales. El embarazo en la adolescencia puede también tener repercusiones sociales y económicas negativas para las muchachas, sus familias y sus comunidades. Muchas adolescentes que se quedan embarazadas se ven obligadas a dejar la escuela. Una adolescente con escasa o ninguna educación tiene menos aptitudes y oportunidades para encontrar un trabajo. Esto puede también tener un costo económico para el país, puesto que se pierden los ingresos anuales que una mujer joven hubiera ganado a lo largo de su vida de no haber tenido un embarazo precoz.
México tiene la mayor tasa de natalidad en mujeres adolescentes de todos los países miembros de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE): 62 embarazos por cada 1.000 son de niñas y adolescentes. Pese a que entre los años 2000 y 2006 se logró una reducción de más del 8%, entre el 2007 y el 2012 el incremento llegó casi al 15%. En 2017, dos de cada diez nacimientos en México eran de una mujer menor de 20 años.

El embarazo adolescente es la causa principal de mortalidad en niñas entre los 15 y 19 años en el mundo. El 90% de las muertes ocurren en países en vías de desarrollo, como México y el resto de Latinoamérica, y la mayoría de estas son prevenibles. Pero la preocupación por esta problemática parte también de las tasas elevadas de abortos clandestinos y de la falta de conocimiento para buscar apoyo e iniciar control prenatal.
Existen factores de riesgo en la dimensión individual, familiar y social como la menarquia precoz, la baja autoestima, el uso de drogas, ser hija de una madre adolescente, un padre ausente, no usar métodos de planificación familiar, o la falta de conocimiento sexual. Así mismo, también existen factores protectores como una familia que apoye a la adolescente, la buena comunicación interpersonal, el sentido de la vida laboral, y la abstinencia.
El embarazo adolescente no es solo un problema de salud global, sino que expresa desigualdad al presentarse en los estratos sociales bajos en comparación con los altos. Las variaciones en México van desde 97 adolescentes por cada 1.000 mujeres embarazadas entre la clase más desfavorecida, a 15 adolescentes por cada 1.000 mujeres embarazadas en la más alta. Está documentado que la diferencia más importante en cuanto a salud reproductiva tiene que ver principalmente con la inequidad en el acceso a los servicios de salud, la cual se encuentra claramente marcada por los estratos socioeconómicos.
En 2017, dos de cada diez nacimientos en México eran de una mujer menor de 20 años

Además, el acceso a los anticonceptivos entre adolescentes de 15 a 19 años de edad sexualmente activas no es parejo a lo largo del país. Según el último informe Estado mundial de las madres que cada año realiza la ONG Save the Children, se evidencia la discrepancia en la prevalencia de uso de métodos anticonceptivos entre los estados más al sur del país, como Chiapas, con un 35,5%, y el resto, donde se estima su uso en un 59%.
Aunado a esto, se suma el problema del desempleo y el abandono escolar al enfrentarse a la problemática del nuevo embarazo. En este marco, se han implementado estrategias como el Programa de becas de apoyo a la educación básica de madres jóvenes y jóvenes embarazadas (Promajoven) de la Secretaria de Educación Pública. Sin embargo, los indicadores muestran que ha tenido poco éxito, ya que solo cuenta con un 22% de efectividad. De esta forma, la problemática social de los padres adolescentes continúa con sus hijos, pues ellos tienen mayores tasas de abuso y negligencia, mayores posibilidades de ser criminales y mayor probabilidad de convertirse ellas mismas en madres adolescentes, lo que perpetúa esta situación.

Con la finalidad de disminuir este problema social que tiene un impacto importante en los jóvenes del mundo, se han realizado múltiples intentos por entender las situaciones que llevan a las adolescentes a tomar decisiones que las ponen en riesgo de un embarazo. Se han realizado múltiples intervenciones, muchas de ellas multidisciplinarias, con enfoque en salud sexual y reproductiva, cuyos programas incluyan también nuevas oportunidades de educación y trabajo, todo esto con poco éxito.
Existe poca teoría para guiar la práctica y los programas de prevención de embarazo en adolescentes, por lo que urge el desarrollo de investigaciones que busquen entender los factores que predisponen a las adolescentes a embarazos a temprana edad. La finalidad es la de crear programas inclusivos y adecuados culturalmente que mejoren las condiciones de vida de los adolescentes y, con ello, les permita tomar mejores decisiones en cuanto al momento de la maternidad.