Seguramente el erotismo es una adquisición tardía en la evolución del comportamiento sexual humano ya que no tiene una vinculación directa con la función reproductora que es la que rige la mecánica sexual de las especies sexuadas. El erotismo es una característica humana que probablemente adquirimos en algún momento para facilitar la selección y permanencia de la pareja, a través de utilizar el lenguaje y la imaginación de forma explícita, como instrumentos para la generación y el mantenimiento del placer sexual.
La mecánica del sexo tiene que ver con …«el viejo mete saca»… tal como lo describe el escritor inglés A. Burgess en su obra «La naranja mecánica» (1962); su aprendizaje es básico y la gran mayoría de veces constituye la única instrucción específica que la educación sexual se atreve a ofrecer en aras de mostrar el funcionamiento del «aparato reproductor». Esta función, al ser tomada de forma literal por niños y niñas durante su proceso de formación, se convierte en la única referencia de su ejercicio sexual adulto contribuyendo a que sus relaciones sexuales de pareja sean monótonas y repetitivas.
La expresión e implementación del erotismo está plasmado en el arte y la literatura de las grandes culturas antiguas de la humanidad que hoy seguimos admirando. Sin embargo, por cientos de años, la ideología judeocristiana, con su énfasis en el objetivo reproductivo de la actividad sexual, prohibió todas las manifestaciones sexuales que no llevasen a ella, tachándolas de pecado. La lujuria, -que es sinónimo de lascivia, concupicencia, impudicia y lubricidad-, hace referencia a este erotismo prohibido con esas palabras aún hoy día conservan una valoración negativa muy evidente. Se incluyen dentro de esos comportamientos, el sexo pagado, el autoerotismo, la homosexualidad y todos los comportamientos sexuales que los profesionales del S.XIX llamaron desviaciones, perversiones y parafilias sexuales.
Estas breves referencias históricas nos permiten un poco entender porqué el tema del erotismo, -que ha cargado con esa descalificación injustificada durante siglos-, ha sido relegado a jugar un rol secundario en la actividad sexual cotidiana. Las personas aprenden la mecánica sexual pero eliminan la parte erótica que es su complemento natural. Los pensamientos y fantasías eróticas -esa rica parte de la sexualidad que todas las personas poseemos-, sigue estando estigmatizada por los prejuicios, prohibiciones y burlas que acompañan a su expresión en nuestra sociedad. Por ese motivo, las personas tienen grandes dificultades para darse cuenta y aceptar esos contenidos mentales, no los perciben o los rechazan sistemáticamente como una forma de reafirmar su «normalidad sexual».
W. Reich! quizás el primer profesional que escribió pormenorizadamente sobre el orgasmo («La función del orgasmo», 1947), nos insiste que la motivación principal y el objetivo «natural» de la actividad sexual es la búsqueda de placer y que su consecuencia es la reproducción, de tal manera que afirmar que la reproducción es el objetivo de la actividad sexual -tal como lo acentúa la tradición occidental-, es entender todo al revés. En la actualidad, la conceptualización de Reich adquiere mucha relevancia porque la gran mayoría de parejas en el presente, -aun aquellas que no quieren saber nada de erotismo-, finalmente repiten cotidianamente su mecánica sexual sin fines reproductivos; esto es, con el fin de obtener placer; esto es, con un fin erótico.
El erotismo enriquece a la mecánica del sexo, le proporciona una dimensión plenamente humana y abre una serie de insospechadas posibilidades a la actividad sexual de la pareja en cualquier momento de su vida. Aunque la función sexual fisiológica tienda a decaer con el paso de los años, el erotismo no tiene fecha de caducidad y es capaz de mantener una entretenida vida sexual activa durante toda la vida.
Por maestro Alfonso Aguirre Sandoval