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Amé, fui amado, el sol acarició mi faz ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!: Amado Nervo

Fue corresponsal de varios periódicos y diplomático.

Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo y Ordaz, a quien conocemos como Amado Nervo, nació el 27 de agosto de 1870 en la ciudad de Tepic, Nayarit. Hijo de Amado Nervo y Maldonado y de Juana Ordaz y Núñez. Tras nueve años de vida familiar no exenta de algunos problemas, el padre de Amado murió, lo que significó una época difícil económicamente para la familia, a la que sumaría después el suicidio de su hermano Luis. No obstante, Amado Nervo pudo estudiar en el estado de Michoacán, primero en el Colegio de San Luis Gonzaga ubicado en la ciudad de Jacona y más tarde en la ciudad de Zamora, en donde cursó filosofía, ciencias y un año de leyes en un seminario, debido a que tuvo que retirarse en 1891 por la mala situación económica. Por esta misma causa, Amado se empleó en Tepic y más tarde en Mazatlán, donde inició su carrera periodística en El Correo de la tarde de Mazatlán, labor que compaginaba con el trabajo en un despacho de abogados.

Sin embargo, poco a poco, Amado Nervo comenzó a ser reconocido en el medio literario, por lo que en 1894 se trasladó a Ciudad de México. Colaboró en la revista Azul de Manuel Gutiérrez Nájera y se relacionó con los principales colaboradores mexicanos como Luis G. Urbina, Tablada, Dávalos, y con algunos extranjeros como Rubén Darío, José Santos Chocano y Campoamor. Formó parte de la redacción de El Mundo, El Nacional y El universal fue parte integral del primero y fue elegido para presidir la sección humorística llamada El Mundo Cómico, a la que le renombraría como El Cómico.

El éxito literario lo alcanzaría con la publicación de su primera novela El bachiller en 1895 y de su antología poética titulada Perlas negras y místicas, en 1989. Dado que por aquella época la Revista Azul había dejado de publicar, fundó junto a Jesús Valenzuela la Revista Moderna como una sucesora de aquella en 1900, la cual también dirigió. Ese mismo año, Amado Nervo se embarcó a París para presenciar la Exposición Universal como corresponsal de El Imparcial.

Durante su estancia en París se relacionó con Verlaine, con Oscar Wilde, y otra vez con Darío y conoció a su gran amor Ana Cecilia Luisa Daillez, con la que vivió diez años y cuya prematura muerte el 7 de enero de 1912 le inspiraría los poemas de La Amada Inmóvil, publicado póstumamente en 1922.

En ese tiempo, la creatividad de Amado Nervo conocería sus mejores obras, llevándolo a publicar Poemas, en 1901, El éxodo y las flores del camino, Lira heroica, en 1902, Las voces, en 1904, y Jardines interiores, en 1905. Sin embargo, toda esta lucidez llegaría a su fin cuando El imparcial cancelara su corresponsalía, por lo que Amado tuvo de arreglárselas para vivir en Europa. Aun así, pudo volver triunfal a México, donde ya era un autor reconocido. A su regreso a México se ganó una plaza de profesor de lengua castellana en la Escuela Nacional Preparatoria.

Para 1905 ingresó en la carrera diplomática como secretario de la embajada de México en Madrid. Residió especialmente en Madrid donde tuvo amistad con el director de la revista Ateneo Mariano Miguel de Val y escribió artículos para ésta y otras muchas revistas y periódicos españoles e hispanoamericanos. Además escribía como corresponsal de El Mundo, y a la vez escribía informes sobre lengua y literatura para el Boletín de la Secretaría de Instrucción Pública.


Con su hija Margarita Dailliez

Además colaboró en periódicos de Buenos Aires y La Habana. Una de las principales características de su obra es el tratamiento de temas patrios mezclados con arte y amor. La raza de bronce, Los niños mártires de Chapultepec, Morelos y Guadalupe la Chinaca, son algunos ejemplos.

Amado Nervo pudo seguir escribiendo, por lo que publicó el ensayo Juana de Asbaje en 1910; los libros de poesía En voz baja, en 1909, Serenidad, en 1915 y Elevación, en 1917; y los libros prosísticos Ellos, en 1912 y Mis filosofías y plenitud, 1918. Sin embargo, en la época de la revolución mexicana, Amado Nervo tuvo que renunciar a las comodidades que le brindaba su puesto diplomático, por lo que se vio sumido nuevamente en la pobreza. No obstante, estas dificultades se extenderían hasta 1918, en que la tensión política se había disipado en cierta medida y por lo que sería nombrado como ministro plenipotenciario ante los países de Uruguay y Argentina.

En Buenos Aires, Nervo ansiaba encontrarse con Ernesto Drangosch, gran amigo suyo y reconocido compositor argentino que había musicalizado sus poemas Amemos, Un signo, En paz y Ofertorio; aunque finalmente ambos no pudieron coincidir por casualidades de la vida. El encuentro tampoco pudo darse con el tiempo, Amado Nervo, murió en la ciudad de Montevideo Uruguay, el 24 de mayo de 1919, a los 48 años de edad, en el Parque Hotel, donde vivía, siendo Jefe de la Misión Diplomática de México en Uruguay. Su cuerpo fue enviado a México en la corbeta “Uruguay”, la cual fue seguida por barcos de distintos países latinoamericanos a manera de homenaje. Cuando por fin llegó a México, se le rindió un homenaje insólito y más tarde fue enterrado en la Rotonda de las Personas Ilustres el 14 de noviembre de ese mismo año.

Poeta, autor también de novela y ensayo, al que se encasilla habitualmente como modernista por su estilo y su época, clasificación frecuentemente matizada por incompatible con el misticismo y tristeza del poeta, sobre todo en sus últimas obras, donde intentan reflejar sentimiento religioso y melancolía, progresivo abandono de artificios técnicos, incluso de la rima, y elegancia en ritmos y cadencias como atributos del estilo de Nervo.

El nombre de Amado Nervo, frecuentemente tomado por seudónimo, era en realidad el que le habían dado al nacer y el cual, según Amado, era un elemento importante que influyó en su éxito, por ser un nombre tan adecuado para un poeta.

Algunos de sus muy conocidos poemas:

En paz

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

…Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas…

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Oh Cristo

«Ya no hay un dolor humano que no sea mi dolor;
ya ningunos ojos lloran, ya ningún alma se angustia
sin que yo me angustie y llore;
ya mi corazón es lámpara fiel de todas las vigilias,
¡oh Cristo!

»En vano busco en los hondos escondrijos de mi ser
para encontrar algún odio: nadie puede herirme ya
sino de piedad y amor. Todos son yo, yo soy todos,
¡oh Cristo!

»¡Qué importan males o bienes! Para mí todos son bienes.
El rosal no tiene espinas: para mí sólo da rosas.
¿Rosas de Pasión? ¡Qué importa! Rosas de celeste esencia,
purpúreas como la sangre que vertiste por nosotros,
¡oh Cristo!»

Madrigal

Por tus ojos verdes yo me perdería, 
sirena de aquellas que Ulises, sagaz, 
amaba y temía. 
Por tus ojos verdes yo me perdería. 

Por tus ojos verdes en lo que, fugaz, 
brillar suele, a veces, la melancolía; 
por tus ojos verdes tan llenos de paz, 
misteriosos como la esperanza mía; 
por tus ojos verdes, conjuro eficaz, 
yo me salvaría.

Con información de Historia-Biografía, Escritores, Vida Alterna y Poemas del Alma

Alejandra Delgadillo
Egresada de la licenciatura de Ciencias de la Comunicación por la UPAEP. Colaboradora en El Sol de Tlaxcala. Reportera de Noticias en Grupo Acir Puebla, donde tenía a mi cargo las fuentes de Salud, Instituciones Asistenciales, Iglesias, Agrarias, Ecología y Empresariales. Participé en el área de prensa de la Delegación del ISSSTE Puebla. Las secciones que escribo son: Vida Sana, Cábalas y Tradiciones, Mamás y Algo Más, Feminismo Hoy, Salud, Economía, Ciudad y Seguridad, en Revista Única. Además, soy colaboradora del programa de radio Cinco Mujeres en Cinco Radio. Coautora del libro “Crónicas de Puebla, 50 años”.

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