Todo nombre o designio o toda cosa sabida
como cualquier pasaje o melancolía vaga
si quebranto o ilusión distraída todo cabe
en su sencilla letra que se disipa ansiosa.
Tan universal que su transformación no cesa
y su adverso regresa al muerto horizonte donde
salió porque es de roca y azúcares que esparcen
su juego que es la mística sagrada violencia.
Así el amor es zona que inunda superficies
al anclar sinsentidos a cosas y trayectos
dispares de los que surgen las profundidades
y trazos y dolores que abisman nuestra vida.
Amor que de la ausencia provienes en silencio
cuando todo deseo de avanzar lentamente
se pierde por olores laberínticos claros
que aceleran vivencias y las respiraciones.
El amor colma y llena el fastidio peregrino
mientras mantiene un pie en el perdón de los incautos
que mueren en su anhelo de hacer sol con sus manos
y desnudar el ímpetu del corazón recio.
Estulticia y desprecio con desapego nutren
como al fuego todo aire desesperado y libre
el ánimo decente del sentimiento joven
para encontrarlo en vino y entre las majestades.
Amar conlleva el precio del mito que renace
y el valor del ritual como campo de batalla
que hurga entre armas y duelos aposentos que extienden
su reinicio en los besos que caen y purgan tiempo.
Quizás baluarte sea o desierto en todo cielo
o el invertido pozo que levanta la mente
al terrenal asilo de los monjes y dioses
con que fue inaugurado el sentir humano mismo.
Tal vez con odios e iras y con venenos sea
el dormitar cansado o bebido por los tragos
de la especie que llama al llano ancho que te mira
ser báculo de la vejez que quiere ser niño.
Prefiero verlo diaria oportunidad que crece
para verse si témpano o fuga de sabores
o resquebrajar sólido de aquellas pasiones
cuyo centro despliega los jugos de la infancia.
Pero el amor dará como acompañante fino
el letrero que soy y que transcribe la vista
y traduce la ruta que interpreta la senda
que me zanja la estirpe donde el renacer vaga. Mi correo es ricardocaballerodelarosa@gmail.com