Soldado comprometido con el ideal de la independencia de México
Nicolás Bravo fue un reconocido militar y político mexicano que llegó a ocupar el máximo cargo ejecutivo del país, presidente de México, en tres ocasiones: unos pocos días en julio del año 1839, de octubre de 1842 a mayo de 1843 y de julio a agosto de 1846.
Nació el 10 de septiembre del año 1786 en Chichihualco, un poblado perteneciente al estado de Guerrero, en México, en el seno de una familia económicamente acomodada que se dedicaba a tareas agropecuarias. Su padre, Leonardo Bravo, fue militar y heredaría esta vocación. Su madre Gertrudis Rueda.
Nicolás, que no tuvo hermanos, vivió una infancia marcada por el ambiente militar de la familia, que demostraba un claro rechazo a las actuaciones de la corona en Nueva España. Debido a ello, en 1810 decidió incorporarse a filas, haciéndolo con las fuerzas rebeldes lideradas por su padre que luchaban por la independencia de México, en esta etapa tenía 24 años.
Tiempo después y con la firme convicción de continuar en la empresa emancipadora, Bravo, se sumó a las filas de Hermenegildo Galeana, quien dirigía el bando rebelde en el estado de Morelos. Además de conseguir hacerse de una experiencia sólida como soldado, Bravo, supo hacerse notar en el ámbito militar por una actitud franca y absolutamente comprometida con la causa a favor de la independencia.
Durante el desarrollo de estas acciones, Nicolás Bravo adquirió la reputación de soldado «generoso y magnánimo», de acuerdo a don Lucas Alamán, al perdonar la vida y otorgar la libertad a los 300 soldados realistas que en agosto de 1812 habían caído en su poder en San Agustín del Palmar, cerca del puerto de Veracruz. Coincidió que poco después recibió la noticia de la prisión de su padre y la oferta de indulto del virrey si se arrepentía y presentaba.
Nicolás Bravo decidió liberar a los presos en lugar de fusilarlos para diferenciar la causa de la Independencia de la barbarie virreinal, según relato del mismo a Lucas Alamán. Algunos autores llamaron a este gesto «la venganza de Bravo». Nicolás Bravo fue uno de los oficiales que mayor prestigio y victorias ofreció a los seguidores de José María Morelos, al que acompañó en la toma de Oaxaca y en el sitio de Acapulco.
Acantonado en Chilapa, siguió desde las tierras del sur las vicisitudes de la insurgencia y la convocatoria del Congreso de Chilpancingo que apoyaría el nombramiento de generalísimo a favor de Morelos, así como la posterior caída de Morelos tras la derrota de Valladolid y la dispersión del Congreso. En los primeros meses de 1817, siguiendo órdenes de la Junta de Xauxilla, arrestó a Ignacio López Rayón, que se negaba a obedecer la autoridad de la Junta.
Poco después se encerró en Cóporo, que defendió durante algunos meses. Finalmente, se retiró a reponerse y descansar en la hacienda familiar, cercana a Chilpancingo, donde fue hecho prisionero a comienzos de 1818. Trasladado a la ciudad de México, permaneció en prisión hasta que, con motivo del cambio de régimen y el triunfo constitucional, le llegó el indulto en 1820.
Durante once años peleó incansablemente por la independencia que su patria finalmente conseguiría, y supo ser un hombre de confianza de otro de los líderes de esta guerra como José María Morelos. Su padre Leonardo, junto a quien peleó en esta guerra, fue asesinado por el ejército español.
Adherido al Plan de Iguala, reunió una fuerza militar con la que se presentó ante la ciudad de Puebla, sitiada por el general Agustín de Iturbide. Tras esta acción, Iturbide le concedió el rango de coronel del ejército republicano. Nombrado Consejero de Estado y miembro de la segunda Regencia del 11 de abril al 18 de mayo de 1822, asistió a la llegada del virrey Juan O’Donojú y participó en los primeros enfrentamientos políticos que precedieron a la exaltación de Iturbide como emperador.
Republicano convencido, se opuso sin embargo en 1823 a las pretensiones del nuevo mandatario y, junto con Vicente Guerrero, dirigente del ala más liberal de la insurgencia, escapó de la capital y se adhirió a la revuelta encabezada por Antonio López de Santa Anna en Veracruz. Se enfrentó con Guerrero al brigadier Armijo y fue derrotado en la batalla de Almolonga el 25 de enero de 1823, entre Chilapa y Tuxtla. Tras numerosas acciones, formó con Antonio León una Junta de Gobierno en Oaxaca e hizo su entrada en Puebla, al frente del ejército llamado «libertador». Unido a los demás líderes republicanos, consiguió la renuncia del emperador a comienzos de 1823.
En el año 1823 es destronado Iturbide, y Nicolás Bravo, junto a otros dos militares, Pedro Celestino Negrete y Guadalupe Victoria, forman un triunvirato para administrar el país. Al año siguiente, en 1824, se presenta a las elecciones como candidato a la presidencia de México. Es derrotado por Guadalupe Victoria, quedando sin embargo en segundo lugar y obteniendo, por tanto, la vicepresidencia. Nicolás Bravo fue considerado uno de los primeros dirigentes de la masonería escocesa, conservadora y centralista, frente a los grupos seguidores del embajador Joel R. Poinsett, adheridos al rito yorkino, federalista y radical.
Tras la aprobación de la Constitución, el congreso lo nombró miembro del poder ejecutivo que sucedió a Iturbide, cargo en el que cesó el 1 de octubre de 1824, al producirse la subida al poder de Guadalupe Victoria, que lo designó vicepresidente. Nicolás Bravo había representado a la facción moderada, inclinada hacia una solución borbónica y monárquica; pero al cancelarse los artículos del Plan de Iguala que abogaban por ella, encabezó el partido conservador, que pretendió instaurar una República indivisible y centralista.
Siendo vicepresidente de la República, encabezó en 1827 la rebelión conservadora en apoyo de Manuel Gómez Pedraza frente a Guadalupe Victoria, tenido por excesivamente radical, solicitando al mismo tiempo la expulsión del embajador Poinsett.Bravo se enfrentó a Guerrero, pero fue derrotado y hecho prisionero ante la ciudad de Tulancingo, por lo que se le sometió a un gran jurado que solicitaba la pena capital. Sin embargo, el Tribunal Supremo, a petición de sus numerosos seguidores, aceptó la indulgencia del presidente Victoria, que le conmutó la pena por el destierro temporal. Exiliado en Guayaquil, Ecuador, durante algunos meses, regresó al país tras la amnistía de 1829.
Al producirse ese mismo año el nombramiento de Vicente Guerrero como segundo presidente de la República, Nicolás Bravo consiguió que la vicepresidencia recayera en uno de sus partidarios, el general Anastasio Bustamante. Se iniciaba de este modo una de las crisis más graves del nuevo estado, ya que Bustamante encabezó una revuelta política contra el presidente; era la expresión de una profunda división entre ambos partidos, que acentuó la quiebra institucional.
Con el apoyo de Lucas Alamán, líder indiscutible del partido conservador, Bravo ocupó el puerto y la fortaleza de Acapulco, de la que fue posteriormente desalojado; sin embargo, en enero de 1831 logró vencer en Chilpancingo a las fuerzas de su antiguo compañero de armas. Por esta acción el congreso le otorgó una espada de honor, considerando esa batalla como decisiva para el triunfo de los conservadores sobre la revolución. El posterior asesinato de Guerrero vino a enturbiar la confirmación de aquella época de gloria.
En los dos años de gobierno alamanista, bajo la presidencia de Bustamante, Nicolás Bravo se mantuvo aislado y alerta en las tierras del sur. Atraído sin embargo por la causa del general Santa Anna, participó en alguna de sus acciones militares y obtuvo el mando del ejército del Norte, a pocos meses de los desgraciados sucesos ocurridos en Texas y de la derrota de Santa Anna. Inmediatamente después volvió a retirarse a Chilpancingo, donde permaneció algunos años.
Para 1839 el general Santa Anna lo llamó nuevamente para que asumiera, en ausencia del presidente Bustamante, la presidencia del Consejo, jurando el 10 de julio ante el Congreso como presidente interino de la República, en medio de un gran escándalo. Durante los diez días que duró su mandato, se dice que atendió diligentemente a los asuntos de gobierno y que actuó con energía en la represión de la delincuencia. Tras su cese, regresó algunos meses a su hacienda familiar.
Fue elegido diputado por el Estado de México, volvió al Congreso en enero de 1841 y fue elegido presidente del Consejo, en sustitución y por ausencia del general Santa Anna, tomando posesión el 26 de octubre de 1842. A pesar de su enfrentamiento con un Congreso de mayoría liberal, que pretendía la redacción de una nueva Constitución, gobernó con decisión y energía, llamó a Lucas Alamán para que redactara un «Plan para el desarrollo de la industria nacional» y ordenó la instalación en toda la república de Juntas de fomento comercial e industrial.
A finales de año, incapaz de mantener la situación que le enfrentaba con la Cámara, el partido conservador decidió la disolución del Congreso, calificado de revolucionario, y el nombramiento de una Junta de Notables llamada «nacional legislativa», compuesta por 80 personas de «probada distinción científica y patriotismo», que abrió sus sesiones el 6 de enero de 1843. Para llevar a cabo esta auténtica «revolución de palacio», Bravo contaba con las páginas del Diario Oficial, que se llenó de adhesiones, mientras disolvía las juntas disidentes y restringía la libertad de imprenta.
A pesar de todo, tuvo tiempo para iniciar algunas obras importantes, como el intento de comunicar ambos océanos a través del estrecho de Tehuantepec, el comienzo de las obras del puerto de Goatzacoalcos, la recluta de un nuevo cuerpo militar, la concesión de algunos títulos de ciudades, el uso de papel de fabricación mexicana en las oficinas públicas y el establecimiento de una Casa de Moneda en Culiacán. Disgustado con el general Mariano Paredes, que, a pesar de su enemistad con el general Santa Anna, había aceptado el nombramiento de comandante militar de México, se enfrentó con él e inició su procesamiento por insubordinación.
Finalmente, cansado de actuar como tapadera del poder en la sombra, el general Bravo renunció en mayo de 1843, cediendo la presidencia a Santa Anna y retirándose de la política durante algo más de un año. Llamado para reprimir la revolución indígena que acababa de estallar en Chilapa, regresó al ejército a finales de 1844 y permaneció en el Sur hasta la caída de Santa Anna en diciembre de ese año, siendo nombrado general en jefe del ejército que defendía a los supremos poderes. Poco después se adhirió al Plan de San Luis, acaudillado en esta ocasión por el general Paredes. Paredes lo recompensó con el nombramiento de comandante general y gobernador del Departamento de México, siendo responsable de la reorganización administrativa y militar de este Estado.
En las elecciones de 1846 a la presidencia compitió con el general Paredes, fue elegido vicepresidente y lo sustituyó el 28 de julio, al encargarse Paredes del mando del ejército que tenía que hacer frente a la invasión de las tropas estadounidenses. Bravo intentó gobernar desasistido de cualquier apoyo, mientras las fuerzas políticas y militares se polarizaban en torno a Paredes y a Santa Anna, hasta que el levantamiento del general Salas, el 4 de agosto en La Ciudadela, actuó como detonante inmediato de su destitución.
Apartado de cualquier actividad, la invasión norteamericana le obligó a volver al servicio de la patria, y fue nombrado comandante general de Puebla. Tras retirarse a las líneas defensivas del sur de la capital, le correspondió dirigir la defensa de Chapultepec, pronto convertida en aplastante derrota. Fue hecho prisionero por los americanos el 13 de septiembre. Calificado de traidor por el general Santa Anna, se enfrentó con éste en amarga y áspera disputa.
Finalmente se retiró a Chilpancingo, viviendo en alejamiento y oscuridad durante cerca de siete años. En 1854 el general liberal Juan Álvarez publicó el Plan de Ayutla, un manifiesto en contra de Santa Anna, solicitando el apoyo y la adhesión de Bravo, pero éste se negó a aceptarlo alegando su mal estado de salud y su desacuerdo con los puntos de vista de los conspiradores. El 22 de abril de 1854, Bravo y su esposa María Antonieta Guevara y Muñiz, fallecieron al mismo tiempo de manera repentina, lo que hizo correr el rumor de un envenenamiento. Según algunos historiadores, el fusilamiento del doctor Avilés, médico de Bravo, podría considerarse como una prueba de complicidad.
Ha sido declarado en México como benemérito de la Patria y su nombre figura grabado en la Cámara de Diputados de México.
Con información de Biografía, Biografías y Vidas y Quien.Net