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Vecinos ‘bien’, pero bien delincuentes

Últimamente, parece que cada semana recibimos el nuevo episodio de Puebla Insegura: asaltos en restaurantes, balaceras en las calles, boletines de búsqueda que se multiplican en redes y, cómo olvidar, esos detalles dignos de un guion de Netflix.

Ahí está el narcolaboratorio encontrado en La Calera con doce detenidos. Sí, amiga, ¡doce! Un equipo de fútbol completo con todo y árbitro suplente.

Pero lo más escalofriante no es el número, sino que estos delincuentes no son personajes de película con cara de malos, tatuajes intimidantes y camisetas con frases tipo «Vivo rápido, muero joven». No. Son los mismos vecinos que saludas en la fila de las tortillas, los papás del compañerito de tu hijo que llevan el uniforme planchadito, los que parecen tan normales como el queso panela que eligen junto a ti en el supermercado. Y ahí están, mezclados, como si no acabaran de dejar un «paquete» sospechoso en el maletero antes de comprar su pan dulce.

La pregunta es: ¿cómo llegamos a esto? Claro que es fácil culpar a los gobernantes (y, spoiler alert, no voy a exonerarlos ni tantito), pero también toca preguntarnos: ¿qué tan bien estamos haciendo nuestra parte como ciudadanos? El crimen organizado crece porque, en algún punto, lo dejamos pasar. Nos acostumbramos al caos y al «mejor no me meto», normalizando detalles que deberían encender alarmas.

Si seguimos así, no está tan descabellado imaginar que en unos años las escuelas incluyan materias como: «Cómo sobrevivir un intento de secuestro», «Identificación básica de narcolaboratorios» o «Técnicas para no entrar en pánico durante un asalto armado». Tal y como lo hacen en Estados Unidos con los simulacros de tiroteos escolares. Porque, tristemente, la inseguridad ya no se siente como una excepción, sino como parte de la rutina.

Y ojo, el crimen organizado no se llama «organizado» de a gratis. Aquí hay logística, estrategia, tareas bien definidas y hasta un sistema de recompensas más claro que el de muchos empleos formales. ¿Y por qué resulta más atractivo que un trabajo honrado? Porque, amiga, los trabajos reales en Puebla son una broma de mal gusto. Salarios bajos, horarios eternos y cero tiempo para disfrutar la vida.

Comprar una casa, un coche o incluso una bicicleta parece más difícil que ganar la lotería. Mientras tanto, los delincuentes, con todos sus riesgos, ven ganancias rápidas, menos presión laboral y (aunque suene horrible) un estilo de vida más aspiracional.

El problema existe porque es rentable, porque paga colegiaturas, buena ropa, restaurantes el fin de semana y hasta viajecitos. Y mientras tanto, las autoridades que deberían estar un paso adelante siempre van dos atrás, observando cómo los delincuentes se reinventan mientras sus estrategias siguen obsoletas.

No tengo la solución mágica ni pretendo inventar el hilo negro. Pero, si el crimen puede organizarse, ¿por qué nosotros no? Empecemos por lo básico: cuidar nuestras comunidades, dejar de comprar productos robados (sí, esos que ofrecen en el tianguis y parecen tan tentadores), denunciar actividades ilícitas y exigir a las autoridades resultados reales. También toca estar informados, leer periódicos y no tragarnos el cuento de que «vamos bien» solo porque lo dicen en un boletín.

Así que, vecina, si nos toca vivir en un capítulo de Puebla Insegura, al menos que no seamos espectadoras pasivas. Organicémonos, porque, al final, el crimen es organizado… ¿y nosotras?

La Chica Única

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