Ayer estaba haciendo un curso de cocina mexicana.
Adapté un lugarcito para poner un comal que prendí con leña.
Asé un poco maíz, preparé masa, asé chiles y tomates con cebolla; mi cocina olía delicioso…les juró que era la felicidad.
De pronto un mensaje de texto entró a mi celular.
Cuando lo leí me quedé helada y mis ojitos estuvieron a punto de chillar.
Mi amiga me decía que, en su pueblo, San Andrés Azumiatla, una vecina de 70 años había sido asesinada por la pareja de su nieta.
Resulta que el agresor de nombre Isaías, llegó pasado de copas a buscar a su esposa y a su bebe, al no encontrar a su pareja, pretendió llevarse al pequeño, obvi, la abuelita, se opuso y fue golpeada para después ser asesinada a machetazos; de tan solo imaginar la escena me da rabia y tristeza.
Los vecinos al asomarse vieron el cuerpo ensangrentado tirado en el piso.
Intentaron entrar a la vivienda, pero ‘cosa rara’ la policía llegó de inmediato, detuvo al asesino y evitó el linchamiento.
Las autoridades no han dicho más que, el caso está cerrado, el homicidio de la mujer fue resuelto, pues, su asesino ha sido detenido, gracias a la velocidad de la policía municipal.
Me quedé pensando en que es el cuarto feminicidio del 2023, quizás, para muchos no es feminicidio, no lo sé, lo cierto es que hay otra mujer muerta.
Cada día, diez mexicanas son asesinadas. Está agresión, es cierto, no se puede culpar al gobierno. Lo que sorprende y entristece es la naturalización con la que se abordan los feminicidios, que por lo visto sólo quedan en cifras.
La muerte de la abuelita se olvidará muy pronto y es que mañana habrá más muertas, que harán olvidar los muertos de antes.
Cuando me di cuenta, de mi cocina improvisada salía humo: La masa se había secado, los chiles y tomates se habían quemado y lo que era felicidad, solo duró un ratito.
La Chica Única
@lachicaunica_
