El alma comunica su fe
para sentirse a gusto y en vida
y en ese trance hacerse amiga
de un cuerpo y un aliento
con que la soledad pueda rumiar.
El alma tiene áspero el volumen
pero su vanidad curte sus centros
y en su voluntad busca salir
de noche a día y en silencio
con el color de noble calavera.
El alma nace de la rutina
mientras retrasa de la risa luces
al encender sus dientes convulsos
que encaminan adioses al beso
como corona digna de mañana.
El alma es centro y vórtice
es el pliegue de los laberintos
la torpeza de las ruedas
el destino fatal de los duendes
y el rumbo austero de los trenes.
El alma cuece los ojos de hormigas
para hacerse melaza de cabello
con que quiebra montañas y baja
entre las juntas del piano
cobijadas de negros y desiertos.
El alma es triste como mis pies
que asemejan caer desamparados
en la lluvia de mis pecados secos
tal si motas de tierra vanidosa
que niega a ser espejo.
El alma es diminuta y su forma
es alondra que canta sus deseos
y con sus movimientos renace
los apagados vuelos de ángeles
que esconden sus visiones.
El alma cabe en mi bolsillo
con fierros y artefactos que retrasan
del mundo su ignorancia
porque ya no se teje la inocencia
que arrancaba a las sombras del misterio.
El alma es horma de la manzana
que inunda cada noche mis talones
de ídolos que ya duermen
en el lindero austero de la reja
que corta al día sus adicciones.
El alma se ha cosido traje de alma
y despide este cuerpo con ladridos
en cuyo alarde cunde la más alta
esquizofrenia de la carne
tornada sangre de cometa.