La poeta mexicana Mariel Damián está de cumpleaños y celebramos su vida leyendo algunos de sus poemas.
El 13 de enero de 1994 nació en la Ciudad de México la poeta y bióloga Mariel Damián, su voz y sus letras han sido reconocidas incluso fuera de México.
Siendo estudiante de Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma de México y Biología en el Instituto Politécnico Nacional, en 2017 ganó el III Premio Internacional de Poesía Ciudad de Almuñécar.
Mariel Damián ha colaborado en diversos eventos culturales como Mesa de pensamiento o Vértice en el Tiempo, de El Golem Editores, así como en la organización de diferentes encuentros internacionales de poesía.
En 2020, en el marco de las Distinciones del Mérito Politécnico, el Instituto Politécnico Nacional le otorgó el Diploma a la Cultura.
Hoy celebramos la vida de Mariel Damián y la vida de todas las mujeres que han dejado atrás el miedo a levantar la voz, el miedo a escribir sobre lo que les apasiona, el miedo a dejar de ser las musas y convertirse en las poetas.
Ya lo dijo Virginia Woolf: «Escribid, mujeres, escribid, que durante siglos se nos fue negado».
5 poemas de Mariel Damián
Para celebrar el cumpleaños número 29 de esta poeta, en Revista Única te compartimos
MI MENTE EN UNA CITA
Tú miras mis ojos mientras hablas,
yo miro tus labios moverse.
Cada palabra que nace en tu boca
es un beso que he perdido.
VISIÓN DEL CIELO
Cuando era niña creía
que el cielo tenia la textura
de un algodón de azúcar.
Después supe que no era cierto,
que en el cielo hay
varias capas de gases
y que al tacto todo eso
es ausencia.
Pero eso hoy no me importa,
yo tengo la certeza de que el cielo
tiene la textura de una lengua,
una lengua rosada y húmeda.
LETRAS PERDIDAS
(A mi abuela Enedina)
Hace mucho tiempo,
una mujer quiso escribir poesía,
y no lo hizo
o tal vez sí,
no lo sabemos.
En esa época donde
siempre era de noche,
había mujeres soñando las estrellas
anhelando la vida de otros,
a escondidas,
sigilosas
con miedo.
Porque el mundo no era para ellas,
el destino era otro,
era materno,
estaba lejano
siempre enterrado en la tierra como
semillas de flores que no germinan nunca.
A veces, a mitad de una clase de Biología,
pienso en ellas como pienso en la historia de mi abuela.
Ella hubiera sido botánica, lo sé
había un jardín de bugambilias en sus ojos,
hablaba en el idioma de la lluvia,
hablaba en el idioma de las nubes con tristeza
y me decía:
-Enséñame a escribir, mi niña, para enseñarle a los muertos
Aunque lo último que sepa sea leer mi nombre en una tumba.
Enséñame lo que aprendes en la escuela.
A mi también me hubiera gustado escribir poesía.
SERÁ QUE NO SUPISTE
¿Te acuerdas, cuando tenía miedo de hablarte?
¿Cuando vi tu sombra gigante y supe
que en ti también me encontraría?
Mirabas las manos sordas
de las hojas que aplauden con el viento.
Mirabas los límites fortuitos del verde-cielo
y ahí estaba yo, o ¿acaso no lo sabías?
Te acuerdas que no supe hablarte,
y que me fui a mi casa pensando en ti hasta la noche
donde soñé que eras más mía que del mar donde morimos.
Soñé que me querías
y que yo también te quería.
Pero a mí el pecho me sangraba por quererte,
a mí se me aplastaron los pulmones
bajo el agua de tu nombre,
y se me desgarró la voz por repetirlo.
¿Te acuerdas cuánto miedo tuve de besarte?
de tomar tu mano por el mundo de la muerte y el olvido.
Miedo de cruzar la calle
y que la calle misma me escupiera.
Miedo de acercarme a ti y alejarme de la vida.
Eras el augurio de lo inevitable, niña-triste,
pero tú no lo sabías.
TE QUEDAS
Te vas, mi amor, pero me dejas,
tu recuerdo en mis huellas dactilares.
Así, cada cosa que toco
se convierte en tu espalda.
Así, deslizo mi mano sobre la mesa
pensando que eres tú, recostada
y me siento menos sola pero más triste,
porque descubro que haces falta.
Que todo en este mundo,
excepto tu cuerpo, sobra.
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