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Leyenda del Popocatépetl e Iztaccihuatl

En Revista Única te contamos la leyenda de los volcanes.

Esta es una leyenda de amor y se dice que cuando los aztecas dominaban el Valle de México, el resto de los pueblos que habitaban este valle debían obedecerlos y rendirle tributo, pese a su descontento. Pero un día cansado de la opresión, el cacique de Tlaxcala decidió pelear por la libertad de su pueblo e inició una terrible guerra entre aztecas y tlaxcaltecas.

La hija del cacique de Tlaxcala la bella princesa Iztaccihuatl, se había enamorado del joven Popocatépetl, uno de los mejores guerreros de este pueblo. Ambos jóvenes se profesaban un amor inmenso, por lo que antes de ir a la guerra, el joven pidió al padre de Iztaccihuatl su mano si regresaba con la victoria. El cacique de Tlaxcala aceptó el trato, prometiendo recibirlo con el festín del triunfo y el lecho de su amor. Así el valiente guerrero se preparó con hombres y armas, partiendo a la guerra después de escucharla promesa de que la princesa lo esperaría para casarse con él a su regreso.

Al poco tiempo, un rival de Popocatépetl inventó que éste había muerto en el combate. Al enterarse la princesa Iztaccihuatl lloró amargamente la muerte de su amado y luego murió de tristeza. Popocatépetl venció en todos los combates y regresó triunfante a su pueblo, pero al llegar, recibió la terrible noticia de que la hija del cacique había muerto. De nada le servía la riqueza y poderío ganados si no tenida a su amor. Entonces, para honrarla y a fin de que permaneciera en la memoria de los pueblos, Popocatépetl mandó que 20 mil esclavos construyeran una gran tumba ante el sol, amontonando 10 cerros para formar una gigantesca montaña.

Desconsolado, tomó el cadáver de su princesa y lo cargó hasta depositarlo recostado en su cima, que tomó la forma de una mujer dormida. El joven le dio un beso póstumo, tomó una antorcha humeante y se arrodilló en otra montaña frente a su amada, velando su sueño eterno. La nieve cubrió sus cuerpos y los dos se convirtieron lenta e irremediablemente, en volcanes.

Así desde entonces permanecen juntos y silenciosos Iztaccihuatl y Popocatépetl, quien a veces se acuerda del amor y de su amada; entonces su corazón, que guarda el fuego de la pasión eterna, tiembla y su antorcha echa humo tristísimo. Durante muchos años y hasta poco antes de la conquista, las doncellas muertas por amores desdichados eran sepultadas en las faldas del Iztaccihuatl.

En cuanto al cobarde tlaxcalteca que por celos mintió a Iztaccihuatl sobre la muerte de Popocatépetl, desencadenando esta tragedia, fue morir desorientado muy cerca de su tierra, también se convirtió en una montaña, el Pico de Orizaba y se cubrió de nieve. Le pusieron por nombre Citlaltépetl o Cerro de la estrella y desde allá lejos vigila el sueño eterno de los amantes a quienes nunca, jamás podrá separar.

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