“La Mano Peluda: El episodio maldito” rompe con todo lo que conocía: no solo por su historia, sino por cómo borra las fronteras entre la realidad y la ficción.
Confieso que pocas veces he sentido miedo en un teatro. No porque no me haya estremecido con tragedias o con dramas profundos, sino porque el terror, como género, rara vez se atreve a ocupar un escenario.
Aquí, la cuarta pared se desintegra. El público deja de ser espectador para convertirse en cómplice, en testigo, incluso en víctima del miedo. Los datos reales y los inventados se entrelazan tan hábilmente que llega un punto en el que no sabes qué estás viendo ni qué estás escuchando… y justo ahí, el terror hace su mejor jugada.

En escena, Alex Guerrero y Alberto Eliseo sostienen la tensión con una actuación precisa, contenida, que deja espacio al sonido, verdadero protagonista de esta experiencia.
Porque sí, “La Mano Peluda” no se ve, se escucha. El público usa audífonos que permiten regular el volumen a gusto, haciendo que cada quien viva su propio infierno auditivo. El diseño sonoro es tan realista que uno llega a sentir que las voces te respiran en la nuca, que algo —o alguien— te acompaña entre las butacas.
La historia parte de una premisa escalofriante: el hijo de Juan Ramón Sáenz (el icónico conductor del programa radiofónico de fenómenos paranormales) decide investigar dónde se grabó el último episodio de La Mano Peluda. Lo que descubre no solo revive una leyenda urbana, sino que despierta algo más… algo que quizá debió quedarse dormido.


Si te atreves a vivir esta experiencia inmersiva, puedes hacerlo en el Teatro Ofelia los viernes a las 9:00 p.m., y los sábados a las 6:00 p.m. y 9:00 p.m. Dura cerca de dos horas sin intermedio, y como imaginarás, es solo para mayores de edad.
Personalmente, salí con el corazón acelerado, una sonrisa nerviosa y una certeza: el teatro de terror puede ser tan poderoso como el mejor drama. Solo hace falta dejar que una voz —quizás la tuya o quizás otra— te susurre al oído.
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