Los restos del artista se encuentran en la Rotonda de los hombres Ilustres de México.
En Revista Única reconocemos a uno de los tres grandes del muralismo mexicano, José Clemente Orozco, en su aniversario 137 ya que nació el 23 de noviembre de 1883 en Zapotlán el Grande hoy en día Ciudad Guzmán en Colima.
Después de que cumplió los dos años de edad José Clemente Orozco Flores junto a sus padres y sus cuatro hermanos se fueron a vivir a Guadalajara, donde permanecieron por cinco años; se trasladaron a la Ciudad de México en el año de 1890 cuando José Clemente tenía siete años.
Durante ese mismo año ingresó a la escuela primaria anexa a la Normal de Profesores. Tomó algunas clases nocturnas de dibujo en la Academia de Bellas Artes de San Carlos, que estaba a dos cuadras de la Escuela Normal, y tiempo después, en 1897, su familia lo envió a estudiar por tres años la carrera de perito agrícola en la Escuela de Agricultura de San Jacinto.
A Orozco le interesaba poco ser agrónomo, pero en los tres años que estuvo ahí pudo ganar dinero dibujando mapas topográficos.
Al dejar la Escuela de Agricultura ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria, donde permaneció por cuatro años con el propósito de estudiar más tarde arquitectura, pero la obsesión de la pintura lo hizo dejar los estudios preparatorios y volver a la Academia de Bellas Artes, lugar en el que estudió de 1906 a 1910.
Eventualmente ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA), donde fue alumno de Gerardo Murillo, mejor conocido como el Dr. Atl.
En ese entonces, Orozco comenzó a rebelarse contra las convenciones artísticas europeas. “En las pasadas épocas el mexicano había sido un pobre sirviente colonial, incapaz de crear nada ni de pensar por sí mismo; todo tenía que venir ya hecho de las metrópolis europeas”, escribió en su autobiografía.
“Debíamos tomar lecciones de los maestros antiguos y de los extranjeros, pero podíamos hacer tanto o más que ellos”. Muerto su padre por esos años, tuvo que trabajar para sostener sus estudios en ese lugar.
Trabajó como dibujante de arquitectura y en el taller gráfico de El Imparcial, así como en otras publicaciones. En 1916 presentó su primera exposición individual en la librería Biblos, la cual fue poco comprendida por la novedad de su arte.
En 1917 viajó a Estados Unidos y a su regreso pintó algunos cuadros, en especial Soldaderas, Combate y el retrato de su madre.
A los 21 años, el pintor sufrió un accidente mientras jugaba con pólvora. Las heridas en su mano izquierda fueron mal atendidas, por lo que tuvo que ser amputada hasta la muñeca.
Sin embargo, el incidente hizo poco para detener al artista y pronto inició su práctica de pinturas murales, incluyendo Omnisciencia en la famosa Casa de los Azulejos de la Ciudad de México y otros en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.
Cuando se suscita el renacimiento de la pintura mural en 1922 con patrocinio estatal, Orozco se reservó las paredes del patio grande de la Escuela Nacional Preparatoria, antiguo colegio jesuita de San Ildefonso.
Interrumpió estas obras en 1925 para pintar Omnisciencia, un mural en la Casa de los Azulejos; y en 1926, para realizar otro (una interpretación del periodo postrevolucionario) en la Escuela Industrial de Orizaba.
Para finales de los años 20, el clima político cambiante y la falta de oportunidades artísticas en México llevaron a muchos artistas a abandonar el país en busca de nuevas oportunidades. Orozco fue uno de ellos, y entre 1927 y 1934 vivió en Estados Unidos.
Aunque aún no era muy conocido, el artista viajó a lo largo y ancho del país creando murales durante este periodo. En un inicio se estableció en Nueva York, donde hizo una serie de piezas.
Sin embargo, el artista creó su primer gran mural en suelo estadounidense en Pomona College, California, en 1930. Orozco eligió retratar a Prometeo, el titán griego que robó el fuego de los dioses para dárselo a los humanos.
El fuego suele representar la sabiduría y el conocimiento, por lo que le pareció un tema acorde a una institución educativa. El fresco fue un éxito rotundo, y el mismo Jackson Pollock lo describiría como “la más grande pintura de América del Norte”.
Su siguiente gran proyecto consistió en decorar los muros de la Biblioteca Baker en Dartmouth College, Nueva Hampshire.
La universidad le dio completa libertad política para crear su mural, el resultado Dioses del mundo moderno, 24 frescos alegóricos llenos de referencias al impacto de los conquistadores europeos sobre los pueblos indígenas y los horrores de la guerra, particularmente la Revolución Mexicana y la Primera Guerra Mundial.
Ocupando un área de 300 metros cuadrados, los murales causaron controversia entre los padres de los alumnos, quienes argumentaban que Orozco era un comunista y que las imágenes que pintaba no eran “bonitas”.
A esto, el rector Ernest Hopkins respondió: “Si ese fuera un criterio de valoración, muchas de las grandes obras de los maestros medievales tendrían que ser retiradas del Louvre”.
Tras su regreso a México en 1934, Orozco se dedicó a hacer varias obras monumentales a lo largo del territorio mexicano. Fue comisionado para crear un mural en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, que se ubicó en el muro opuesto al famoso El hombre controlador del universo de Diego Rivera.
Titulada Katharsis, esta pieza caótica es una alegoría de la guerra, y critica la sociedad de las masas y los peligros de las nuevas tecnologías.
Entre 1937 y 1939, Orozco llevó a cabo su proyecto más grande hasta entonces: la creación de 57 murales para la capilla del Hospicio Cabañas, en la ciudad de Guadalajara.
Pensados para transformar un antiguo sitio de culto en uno cultural, los murales representan algunos de los momentos más importantes de la historia de México, como la Conquista, la Colonia y la modernidad.
El fresco ubicado en la bóveda, conocido como El hombre en llamas o El hombre de fuego, representa los rituales (a menudo sangrientos) del mundo prehispánico, criticando a la vez la corrupción y la barbarie de la sociedad moderna.
Orozco dedicó buena parte de sus últimos años a trabajar en su estado natal.
Además del Hospicio Cabañas, el muralista realizó obras para la Universidad de Guadalajara y en el Palacio de Gobierno de Jalisco, el mismo sitio donde Miguel Hidalgo emitió su decreto para abolir la esclavitud.
En el mural de Orozco, el libertador mexicano sostiene una antorcha que ilumina la oscuridad a la que se enfrenta el pueblo.
Adicionalmente, también realizó frescos decorativos en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, donde satiriza la práctica de la justicia y celebra las riquezas del país.
José Clemente Orozco murió en la Ciudad de México el 7 de septiembre de 1949. Sus restos permanecen en la Rotonda de las Personas Ilustres de la capital mexicana, siendo el primer artista en recibir este honor.
En su vida personal José Clemente Orozco se casó con Margarita Valladares y tuvieron tres hijos.
Con datos de Cultura Colectiva, Colnal y My Modernmet en español. @
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