Como lo habíamos advertido en este espacio, la inflación no solo no ha disminuido su ritmo sino que lo ha incrementado, lo cual constituye un severo revés para cualquier política económica pues significa, además del aumento de los precios, un impuesto que deteriora toda estructura social.
En efecto, según informó el INEGI, en marzo de 2022 el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) presentó una variación de 0.99% respecto al mes anterior, cuyo resultado implica que la inflación general anual se ubicara en 7.45%.
En el mes de marzo de 2021, la inflación mensual fue de 0.83% y la anual de 4.67%.
Para entender el impacto de esta cifra de 7.45% anual de inflación en marzo de 2022, significa la más alta desde enero de 2001, alcanzando así su mayor nivel en 21 años. Los alimentos y bebidas no alcohólicas presentaron una variación anual de 12.99%.
El índice de precios subyacente (que se obtiene al quitar del cálculo del INPC los bienes y servicios cuyos precios son más volátiles) registró un incremento de 0.72% mensual y de 6.78% anual.
Al interior del índice subyacente, a tasa mensual, los precios de las mercancías subieron
0.93% y los de los servicios 0.47%.
En el mismo periodo, el índice de precios no subyacente aumentó 1.79% a tasa mensual y 9.45% a tasa anual.
Dentro del índice no subyacente, los precios de los productos agropecuarios crecieron
1.23% y los de los energéticos y tarifas autorizadas por el gobierno 2.24% a tasa mensual. La situación es preocupante debido a que, poco a poco, se van acortando las medidas utilizadas por el Banco de México para el control inflacionario. Elevar la tasa de interés de referencia recientemente no tuvo el impacto buscado, de manera que la medida no impidió que las presiones inflacionarias aumentaran.
Es cierto que la guerra ha provocado presiones inflacionarias mundiales adicionales en suministros y alimentos, así como situaciones de incertidumbre en inversiones y en el comercio. Empero, la ola inflacionaria del país ya se había registrado desde comienzos del año.
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