Hola, amigos, amigas y amigues, hoy les quiero contar por qué muchas cosas de las que suceden en las altas esferas nos perjudican, nos dañan y nos quitan nuestra paz espiritual que tanto procuramos.
De pronto vivimos la vida de otros.
Queremos opinar y si no se hace lo que creemos, estallamos y hacemos corajes innecesarios.
Una de mis amigas, mega intensa, se deprime y explota con la vida de las mujeres que se dedican a la política.
Tan solo ahora que Tati Clouthier renunció al gobierno Cuatroteista, me llamó y me dijo que Tati era una «mal agradecida», que qué le pasaba, que estaba loca, que cómo se atrevía, que era «una manipuladora y una mentirosa», que «por qué tardo medio sexenio en darse cuenta que su lugar no era ahí, es una convenenciera”.
Por un momento me contagió y me sumé a sus reclamos.
“Claro, amiga, es una trepadora, una manipuladora que como no tuvo lo que quiso ahora pretende dejar en mal a un gobierno que le dio casi todo, aún recuerdo cuando se tomaba fotos muy contentita con Bety”.
Sinceramente veo difícil que algún día podamos platicar con Tati y nos diga el porqué de su renuncia, o al menos enterarnos por qué habiendo nacido en una familia de derecha decidió apoyar un gobierno de izquierda.
Sin embargo, ahí estamos opinando, como si fuera nuestra vida.
Mi amiga también explotó cuando se enteró de que la esposa del presidente López Obrador, Bety, se descartó para cualquier cargo de elección en el 2024.
Mi amiga y yo coincidimos en un café y destazamos a la PRIMERA DAMA.
“Es una tonta, es su momento, es la única que tendría el talento, seguro Andrés Manuel la limita, tiene el talento de La Perón”.
Pero mi amiga y yo también tenemos nuestros momentos de lucidez y es cuando viene el arrepentimiento.
Aceptamos que estamos mal y que nos apasionamos como aficionados del América ahora que le metieron 11 goles a mi querido Pueblita. ¡Fue horrible! Pero no hablaré de eso.
Aceptamos que somos plebeyas.
Aceptamos que vivimos en un mundo aparte y que no debemos tomar las vidas ajenas de manera personal.
Aceptamos que criticar es un síntoma emocional.
Una señora de casi cincuenta años se paró frente a nosotros y nos dijo: “Lo que ustedes tienen se llama envidia”.
Ni tiempo nos dio de reaccionar y se fue.
“Creo que tiene razón”, le dije a mi amiga.
“Estás loca, qué te pasa, la envidiosa es ella a leguas se le nota”, me dijo mi amiga con una carcajada
La Chica Única