Dotar de fría suavidad de piedra
esa translúcida piel marmórea
y del consagrado blanco bajo tierra
esa alma ardiente en celosía
es transgredir el talante del acero
para zurcir con mirada inquieta
ese cuerpo tras el carbón dotado
de las pupilas que dilatan formas
implica poseer tus brevedades
en tildes y esquinces perpetuos
de una lozanía del deseo pulcro
desde tu mundo hiriente de estatuas
significa que la yerta naturaleza
abra sus caminos entre cinceladas
y proyecciones del artista que mira
para hacer de su visión el arpa
el estruendo que renace del mármol
y el mármol que rastrea su blancura
por entre tus senos y costillas
dotándolos del marfil sagrado.
¡Provenimos de ese mármol!
Del vientre blanquecino y liso
con la cavidad constante y plena
donde renacemos cual mármoles.
En la cavidad de estatua renacemos
imantados de la piel de piedra.
¡He dejado en la memoria el bosque
de tu piel marmórea y serena!
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