Hoy se cumplen 71 años del voto femenino, apenas 71 años, derivado de una larga lucha de las antecesoras para emitir su sufragio y también ser votadas.
Actualmente las mujeres son mayoría en el padrón electoral; pero no solo eso, sino que son las que más acuden a votar y participan como capacitadoras y observadoras en los procesos electorales.
Fue el 17 de octubre de 1953 cuando fue publicado en el Diario Oficial de la Federación que las mujeres tenían derecho a emitir su sufragio, pues antes eran únicamente los hombres quienes tenían derecho a votar.
Un poco de historia
En México el derecho al voto de las mujeres se conmemora cada 17 de octubre, desde su aprobación en 1953, cuando se reconoció que ellas podían votar a nivel federal, pero también participar para ser elegidas como candidatas a un puesto popular.
Sin embargo, la lucha del sufragio femenino comenzó principalmente en el siglo XIX en diferentes países, con el objetivo de buscar el derecho a la ciudadanía de ellas. Y fue durante el siglo XX cuando aproximadamente 84 naciones lo aprobaron.
La conquista de este derecho en México, tuvo un momento previo al año 1953, durante el sexenio de Lázaro Cárdenas, en el cual en la Cámara de Diputados y en el Senado comenzó a reconocerse el derecho al voto de las mujeres. No obstante, Cárdenas decidió no promulgar la reforma al artículo 34 de la Constitución.
¿Por qué se negaba este derecho?
Investigares recuerdan que algunos miembros de partidos políticos, como los del Partido Acción Nacional (PAN), decían que no era útil reconocer el derecho al voto de las mujeres porque si sus esposos o sus padres votaban, entonces se asumía que todas las familias optaban por un mismo partido.
En 1947 se otorgó el derecho al voto a las mujeres únicamente a nivel municipal porque había el temor de que en México la fuerza conservadora rigiera sus votos y también se creía que no tenían autonomía porque estaban influenciadas por la religión debido a su supuesta cercanía con la Iglesia.
“El 12 de febrero de 1947 se consigna en el Diario Oficial de la Federación (DOF) la participación de las mujeres como votantes y como candidatas, y es hasta el 17 de octubre de 1953 –en el periodo presidencial de Adolfo Ruiz Cortines– cuando se estableció como un sufragio universal. Para lograrlo se necesitó la intervención de muchas mujeres que desde el sexenio de Cárdenas solicitaban su derecho al voto”.

La idea del sufragio femenino comenzó a germinar en México desde el siglo XX, cuando las mujeres formaban parte activa de los proyectos políticos posrevolucionarios. “Se preguntaban cómo a pesar de sus contribuciones continuaban sin tener derechos iguales a los de sus compañeros hombres”.
El poder es masculino
Después de que se reconoció el derecho de las mujeres a votar y ser votadas existió una resistencia ideológica regida por los estereotipos de género.
El clima seguía siendo adverso hacia este tipo de participaciones porque la legislación no se acompañó por una política pública que desarrollara estrategias de sensibilización o que incentivaran la incidencia en puestos.
“A pesar de que las mujeres adquirieron el derecho al sufragio, esto no garantizó su acceso pleno a los espacios de toma de decisiones. Por un lado, nos encontramos con discursos que promueven la igualdad y la inclusión, que coexisten con una arraigada cultura política patriarcal, la cual presenta numerosas resistencias, especialmente en el ámbito político, y requiere de numerosas reformas legales para establecer el principio de paridad y garantizar su cumplimiento”.
Entonces, ¿por qué si en la legislación se estipulaba el sufragio femenino en la práctica se continuaba relegando a las mujeres de la política?
La académica refiere que se debe a la configuración masculina del poder, que estaba en discrepancia entre lo que establece la legislación y la persistencia de la subrepresentación de las mujeres. Si ellas accedían a este sistema –constituido para que los hombres accedieran fácilmente a puestos de poder– sería a cuentagotas.
La dificultad que históricamente han tenido las mujeres para acceder al poder político se debe al sexismo y a la misoginia. “Por una parte hay una serie de creencias sin fundamento en las que se determina que las mujeres son más débiles y menos capaces intelectualmente que los hombres”.
“La misoginia reprueba y persigue sistemáticamente a las mujeres sólo por su condición de género. Muchas veces sus cuerpos, ideas, vidas sexuales, así como personales están bajo un enorme escrutinio. Y este tipo de acciones de violencia en contra de ellas en el espacio público sirven como un constante recordatorio de que no está hecho para nosotras”.