A veces creemos que lo hemos visto todo en redes, que ya nada nos puede impactar… y entonces sale un video que nos hace cuestionarnos en qué clase de mundo vivimos. Hace unos días, una cámara de seguridad captó un momento que, sinceramente, parece salido de una pesadilla: Melanie, una chica joven, estaba charlando con su amiga Dana tras una discusión con su novio, Christian. La escena parecía inofensiva, pero en un instante, el novio salió furioso y atacó brutalmente a Melanie, causándole heridas tan serias que casi pierde un ojo.
Aquí, la verdadera heroína es Dana. Porque mientras la mayoría se paralizaría, ella actuó sin dudar, lanzándose al cuello de Christian para detenerlo. Fue una amiga con mayúsculas, una aliada que no pensó en el peligro, sino en proteger a quien ama. Y aunque intentó someter al agresor, él también la agredió. Aun así, Dana no se dio por vencida y corrió a pedir ayuda mientras Christian seguía descargando su violencia sobre Melanie.
Este caso se volvió viral por la crudeza de las imágenes, pero también por la solidaridad de Dana, esa amiga que no dudó en meterse en una situación peligrosa por defender a su amiga. ¿No es esto de lo que se trata la verdadera amistad? Sí, de la sororidad, de la valentía y de plantarse frente a lo que esté mal sin importar el riesgo. Pero más allá de eso, nos deja pensando en algo mucho más oscuro: ¿cómo es posible que en pleno 2024 haya chicos que se sientan con el derecho de golpear a sus novias?
En una sociedad que tanto habla de igualdad y respeto, pareciera que aún estamos en pañales. Porque sí, hemos avanzado en temas de género y derechos, pero casos como estos nos devuelven a la cruda realidad: el machismo y la violencia siguen ahí, tan presentes y peligrosos como siempre. Nos repiten hasta el cansancio que “las red flags” están ahí para alertarnos de posibles problemas, pero… ¿qué pasa cuando esas señales son tan sutiles que apenas las notamos?
¿Debemos tenerle miedo a los hombres? ¿Alejarnos de ellos? No, no se trata de demonizar ni de ver el mundo en blanco y negro. Pero sí es crucial que las chicas sepan cuándo algo no está bien, y que no duden en alzar la voz si algo en su relación no les hace sentir seguras. No se trata de ser “dramáticas”, sino de cuidarse, de saber que no están solas y de que siempre hay una amiga, una hermana, una madre dispuesta a escuchar.
Dana actuó en el momento, sin pensarlo dos veces. Y gracias a ella, hoy recordamos que la verdadera amistad no solo está para los buenos ratos, sino también para esos momentos en los que el mundo parece venirse abajo. Aplaudimos a Dana, aplaudimos esa sororidad tan poderosa y necesaria, y deseamos que ninguna chica tenga que pasar por algo así. Porque sí, amigas, entre nosotras podemos protegernos, cuidarnos y, sobre todo, enseñarle a esta sociedad que el respeto y el amor jamás, jamás, deberían doler.
La chica única