El desarrollo de la sexualidad humana empieza con el contacto físico, cuando los bebés son sostenidos y acariciados. Eso es necesario y natural que ocurra. No se debe privar al bebé de contactos corporales. Es preciso reconocer al niño como ser sexuado, en relación consigo mismo y con otros, para que se construya una identidad sexual propia.
Muchas veces los niños y niñas sorprenden con preguntas respecto a la sexualidad, como las siguientes: ¿Cómo entró el bebé a la panza de mamá?¿Por dónde nacen los bebés? ¿Por qué tengo que dormir en mi cama?¿A los niños siempre les gustan las niñas? ¿Por qué no puedo hacer pipí parada como mi hermano?
La sexualidad infantil es una de las puertas a través de la que el niño o la niña desarrollan su personalidad y sus relaciones con la afectividad. La sexualidad es un aspecto natural en los seres humanos, una función de la persona como comer, caminar, leer, estudiar, etc. Y como tal, debe ser un tema tratado con naturalidad, honestidad, cariño, y tener su propio espacio dentro del proceso educativo del niño.
Cuando el bebé nace, luego de los cuidados médicos, se lo pone al pecho de la madre. En ese primer contacto, no sólo satisface una necesidad (hambre) sino también despierta una zona que en los próximos meses le va a provocar mucho placer: la boca. Hasta los dos años, aproximadamente, la sexualidad se expresa a través de la boca.
Cuando el bebé chupetea, obtiene la satisfacción de una necesidad, pero también la satisfacción de un deseo. Esta conducta con el tiempo se convertirá en un hábito que lo calma frente a situaciones de estrés o cansancio, y que le provoca satisfacción, por lo cual suele refugiarse en dicha conducta. Ejemplo de esto es el chupete o la mamila.
A partir de los dos años, dependiendo de cada niño, se produce el destete. El destete, no solo implica el dejar de ser amamantado, sino también, el abandono del chupete, y de la mamila. Esto es una pérdida, pero también, una ganancia en crecimiento y maduración emocional.
La etapa que comienza aproximadamente a los dos años, es inquietante. Es la fase de la enseñanza del control de esfínteres. El niño descubre que con la conducta de hacerse encima o retener (y hacer en el momento y lugar indicados) puede manejar sus afectos; logra preocupar a mamá y papá, hacerlos enojar mucho, ponerlos tristes o alegrarlos. Es cuando comienzan las grandes preguntas sexuales, esas que no se sabe bien cómo responder.
Esto se da, porque se despierta en los pequeños la pulsión por conocer. Es la etapa cuando se les ve deambular desnudos por la casa, se esconden para hacer popo, quieren jugar con ella, o a veces, se da lo contrario, que se niega a hacer. Es importante manejar todo esto con tranquilidad, sin apurar sus procesos, y a su vez, sin provocar retrocesos.
¿Cuándo asusta la sexualidad infantil?, cuando se asocia a lo genital. Y lo cierto es que de los 3 años y medio a los 6 años de edad, la principal preocupación y fuente de placer del niño son sus genitales. Es en esta etapa cuando los descubre, y también la diferencia entre niña y varón. A esta edad, el menor se pone sensiblemente curioso por todo lo que se refiera a lo genital.
Lo principal que se debe tener claro: en estas actividades, el niño no pone maldad o mala intención, o suciedad alguna, sino que son los adultos quienes con su reacción, muchas veces, imprimen de «sucio» o «degenerado», un acto que fue producto de la curiosidad o del juego.
¿Qué deben hacer los adultos frente a esto?
Por supuesto, estar alertas, y cuando algo de esto ocurre, tomarlo como una instancia de diálogo con el pequeño, que seguramente quiere saber respecto a las diferencias entre el varón y la niña, o respecto a las conductas íntimas de sus padres.
Indicarles siempre, que sus genitales son parte de su cuerpo, y que debe ser cuidado y protegido, que son una parte íntima de su cuerpo, y que no debe permitir que nadie lo mire o lo toque.
Es fundamental hablar abierta y respetuosamente con niñas y niños al respecto, ayudándolos a conocer y cuidar su cuerpo.