viernes, marzo 29, 2024
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Santiago Apóstol y el camino a Compostela

El primer apóstol que murió martirizado

El 25 de julio se celebra a Santiago Apóstol o Santiago el Mayor, patrono de los veterinarios, equitadores, curtidores y peleteros.
Es además patrono de España e Iberoamérica, así como de numerosos pueblos y ciudades. Su nombre Santiago proviene del nombre hebreo Jacob, que se deriva del hebreo Ya´akov, compuesto por las palabras yad y aked que significan mano y talón, lo que se puede interpretar como «sostenido por el talón». Este nombre se refiere a algo que cambia, que está en movimiento, uno de sus significados es «El que Cambia».

El nombre de Jacob en su derivación al latín fue Sanctus Iacobus se transformo al español Santiago, Jacobo, Jaime, Diego, Iago, Tiago. Traducido a otros idiomas:

Español: Santiago
Inglés: James
Francés: Jacques
Italiano: Giacomo
Alemán: Jakob
Hebreo: Jacob

Fue originario de Betsaida, junto con su hermano Juan, hijos del Zebedeo y Salomé, dedicados a la pesca en el lago Genesaret en la ciudad de Cafarnaún (Galilea, hoy Israel). De familia humilde, ambos fueron llamados por Jesucristo para formar parte de sus doce apóstoles, al igual que otros pescadores de la zona como los hermanos Simón o Pedro y Andrés. Santiago y Juan eran llamados por Jesús como los hijos del Trueno.

Junto con Pedro y Juan fue testigo de la Transfiguración del Señor en el monte Tabor y de su agonía en el Getsemaní o Huerto de los Olivos. La pasión y la valentía que demuestra Santiago, quizá un tanto excesiva e inconsciente, le hace merecedor del sobrenombre del “hijo del trueno”, otorgado por el propio Jesús. Fue el primero de los Apóstoles en recibir la corona del martirio, siendo Decapitado por Herodes Agripa, poco antes de la celebración de la fiesta de la Pascua.

Tras la muerte y resurrección de Jesús, Santiago pasa a formar parte del primer grupo cristiano que comienza a crecer vertiginosamente primero por todo el actual Israel y luego hacia Grecia y Egipto. Hacia el año 42, Herodes Agripa decide escarmentar a la comunidad cristiana con el arresto de Pedro y el asesinato de Santiago en Jerusalén mediante decapitación, siendo así el primer cristiano en morir por su fe.

La llegada de los restos del Apóstol a Compostela

Tras la muerte y resurrección de Jesús, Santiago pasa a formar parte del primer grupo cristiano que comienza a crecer vertiginosamente primero por todo el actual Israel y luego hacia Grecia y Egipto. Luego reclutar a los siete varones apostólicos, que fueron ordenados obispos en Roma por San Pedro y recibieron la misión de evangelizar en Hispania, el apóstol Santiago regresó a Jerusalén, según los textos apócrifos, para, junto a los grandes discípulos de Jesús, acompañaron a la Virgen en su lecho de muerte. Allí fue torturado y decapitado para escarmentar a la comunidad cristiana con el arresto de Pedro y esta muerte, en el año 42 por orden de Herodes Agripa I, rey de Judea. Con lo que fue el primer cristiano en morir por su fe.

Los supuestos testamentos relatan que, antes de morir, María recibió la visita de Jesús resucitado, a quién le pidió pasar sus últimos días rodeada de los apóstoles, que se encontraban dispersos por todo el mundo. Su hijo le permite que sea ella misma, a través de apariciones milagrosas, la que avise a los discípulos y, de esta forma, la Virgen se hace presente sobre un pilar de Zaragoza frente al apóstol Santiago y los siete varones, episodio hoy venerado en la basílica de Nuestra Señora del Pilar.

Fueron estos siete discípulos, relata la leyenda, los que, tras escaparse aprovechando la oscuridad de la noche, trasladaron el cuerpo del apóstol Santiago en una barca hasta Galicia, lugar al que arribaron a través del puerto de Iria Flavia, en la actual Padrón. Los varones depositaron el cuerpo de su maestro en una roca que fue cediendo y cediendo, hasta convertirse en el Sarcófago Santo, a fin de visitar a la reina Lupa, que entonces dominaba desde su castillo las tierras donde ahora se asienta Compostela, y solicitarle a la poderosa monarca pagana tierras para sepultar a Santiago.

La reina acusó a los recién llegados de pecar de soberbia y los envió a la corte del vecino rey Duyos, enemigo del cristianismo, que acabó encerrándolos. Según la tradición, un ángel, o como se documenta en otros relatos, un resplandor luminoso y estrellado, liberó a los siete hombres de su cautiverio y, en su huida, un nuevo milagro acabó con la vida de los soldados que corrían tras ellos al cruzar un puente, pero no fue el único contratiempo con el que se toparon los varones. Los bueyes que les facilitó la reina para guiar el carro que transportaría el cuerpo de Santiago a Compostela resultaron ser toros salvajes que, sin embargo, también milagrosamente, fueron amansándose solos a lo largo del camino. Lupa, atónita ante tales episodios, se rindió a los varones y se convirtió al cristianismo, mandó derribar todos los lugares de culto celta y cedió su palacio particular para enterrar al Apóstol. Hoy se erige en su lugar la catedral de Santiago.

Los discípulos que acompañaron el cuerpo de Santiago se quedaron por esas tierras hasta su muerte, con una evangelización infructuosa que hace perder la memoria de lo allí acontecido. Pero la historia, dice que a principios del siglo IX, el eremita Pelayo observó unos resplandores que salían de un campo cercano al que vivía, que pasaría a llamarse Campus Stellae. Tras advertir a las autoridades eclesiásticas del acontecimiento, el obispo de Iria Flavia, Teodoromiro, ordena apartar la maleza y excavar el lugar para descubrir una necrópolis entre cuyas lápidas se identifica una inscripción con la del Apóstol Santiago. Informa al rey asturiano Alfonso II y comienza la historia de las peregrinaciones y el Camino de Santiago.

La otra tradición, posterior, afirma que en el reparto de las tierras de evangelización, Santiago recibió las de Hispania, y así llegó por el Mediterráneo para evangelizar estas provincias. No obstante, no debió de acompañarle el éxito en su empresa, dejando escasos y pequeños grupos de evangelizados, acabando de vuelta para Jerusalén, donde encontraría años después el martirio. Corrobora esta tradición la existencia de un evangelio apócrifo que sitúa a Santiago precisamente en Hispania, cuando se le aparece en vida la Virgen María sobre un pilar en Cersaraugusta (Zaragoza).

Tras el descubrimiento del sepulcro del Apóstol Santiago en la actual Compostela a principios del siglo IX, el lugar se transforma en destino de peregrinación para millones de europeos durante la Edad Media. Los nobles y reyes de los pequeños reinos cristianos de la península Ibérica favorecieron el desarrollo de la ruta de peregrinación, que se convirtió en el cordón umbilical con el resto de la Europa cristiana. La marea de peregrinos era tal, que algunos años superaban en número a la población de las principales ciudades del Camino.

Esta eclosión fue precedida por el cambio y afianzamiento de trazado que tuvo lugar a principios del siglo XI, cuando Sancho el Mayor de Navarra y Alfonso VI de León deciden que la ruta de peregrinación principal discurra por las tierras que estaban siendo reconquistadas. El nuevo Camino, además de ruta de peregrinación, se convierte en un torrente de cultura, arte, comercio y repobladores, que llegan de toda Europa. A partir del siglo XVI, la cifra se reduce y cae casi hasta su desaparición tras la desamortización de Mendizábal en 1835 pues supuso la extinción de la hospitalidad que se ejercía hasta aquel entonces. Algunos años, los peregrinos se pueden contar con los dedos de las manos.

A partir de los años cuarenta del siglo XX resurge el interés por el Camino, gracias al empeño de anónimos amantes del Camino, un nuevo interés de las administraciones, las visitas del Papa a Santiago en los años ochenta y el renovado esfuerzo de la Iglesia, el desarrollo de múltiples asociaciones y cofradías y la declaración de Patrimonio de la Humanidad. Los peregrinos del siglo XXI, hartos de la sobrecarga materialista, buscan un refugio ante el mundo que nos asfixia, y se pone en marcha hacia Santiago. El año 2015 llegaron a Santiago 262,515 peregrinos de un centenar de países a pie, en bicicleta o a caballo, más una marea humana diaria imposible de contar de peregrinos en vehículos particulares o autobuses. En los últimos años, además, la cifra aumenta en torno a un 10% respecto al año anterior. Peregrinos que buscan y encuentran en el Camino abnegación, esfuerzo, espiritualidad, aventura, solidaridad, compañerismo, sudor, lágrimas y alegrías y mucho camino por andar.

Con información de Vive el Camino, Editorial Buen Camino y Aci prensa

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