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Quejas comunes sobre la calidad del encuentro sexual

Es fácil darnos cuenta que una gran mayoría de mujeres y hombres se quejan constantemente de que no obtienen lo que esperan de su pareja en la intimidad sexual. En algunos casos la queja es referida a la frecuencia (la cantidad) de los encuentros: hay quienes obtienen menos de lo que esperan y quienes se quejan de un exceso. En otras personas, la queja principal se refiere a la calidad de los encuentros.

Con respecto a la disrritmia entre la frecuencia ofrecida y la esperada de los encuentros sexuales especialmente en parejas estables, lo desarrollaré en otro artículo por sus amplias implicaciones psicosociales, emocionales y propiamente sexuales en las relaciones de pareja.

La calidad del encuentro sexual tiene que ver con la valoración subjetiva que cada quien hace de forma voluntaria y muchas veces involuntariamente, acerca de una gran variedad de aspectos propios de esa actividad que aparecen simultáneamente y que llevan a la evaluación del encuentro. De este conjunto de aspectos que son evaluados, -conscientemente o no-, sobresale una queja muy común en las mujeres que no tiene un referente de igual magnitud en los hombres; la queja principal de las mujeres tiene que ver con la efímera duración del coito que las deja insatisfechas. Tratando de encontrar la contrapartida masculina en este rubro, diré que hay hombres que se quejan de que las mujeres tardan demasiado en llegar al orgasmo y que muchas veces no lo logran, haciéndolos sentir incapaces de proporcionar la anhelada satisfacción.

Si la evaluación de la calidad del encuentro sexual es subjetiva, no podemos confiar ciegamente en las variadas indicaciones de los manuales sexuales que nos dicen cómo satisfacer a la pareja, más que cómo una o sugerencia ya que cada persona es diferente, y así, habrá personas que disfruten del desnudo total y otras que no, habrá personas que consideren lo máximo el sexo oral y otras que lo eviten a toda costa, etc.

Las orientaciones que mejor nos pueden servir en este terreno tienen que ver con reconsiderar la manera en que solemos aproximarnos a la pareja como persona en primer lugar ya que de ahí derivará nuestra forma de actuar en la intimidad. Por ejemplo, si la relación se basa en el respeto a la forma de ser de la pareja y por consiguiente en una actitud de apertura y disposición al conocimiento mutuo es un buen comienzo; si a esto le agregamos que saben comunicarse acerca de su intimidad (hablar de lo que les gusta) y que por tanto pueden evaluar y consensuar sus diferencias como personas adultas, esto es un todo un logro.

Ahora, ¿cuáles son esos puntos específicos que una vez evaluados tienden a definir la calidad de la interacción sexual? Estos son muy variados y su «aceptación», «rechazo» u «opcional en función del contexto», redundarían en el mantenimiento de una interacción sexual de calidad. Entre los temas a considerar tenemos los siguientes:

  • Expectativas con respecto al coito: duración, posiciones, verse a los ojos, hablar, desnudez, privacidad…
  • Prácticas sexuales: preferencia por sexo oral, sexo anal, vídeos sexuales, actividades sadomasoquistas, fantasías sexuales, autoerotismo, juguetes eróticos, juegos de roles…
  • Interacción sexual: quien toma la iniciativa, propuestas y toma de decisiones…
  • Más allá de la monogamia: tríos, intercambio de pareja, orgía…
  • Uso de substancias para «facilitar» la actividad sexual: medicamentos, drogas, alcohol…
  • Parejas con infecciones de transmisión sexual incurables, prótesis y problemas psicológicos y médicos en general…

Las diferencias y consensos relativos a cada punto enumerado anteriormente y otros más no enumerados, no se determina de una vez y para siempre sino que puede variar según nuestros deseos, estado de ánimo, situación emocional, etc. por lo que se requiere estar atento a esas variaciones personales que finalmente ayudan también a evitar la monotonía en la relación especialmente cuando son relaciones de pareja estables.

Por: Alfonso Aguirre Sandoval

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