Nuestro amor transita del uno abierto
a la expresión del múltiple que se retira
para volverse libertad de compromiso.
Frente a su igual el amor se reprime
como reducto de coherencia y armonía
con que se premia lo bello de la oscuridad.
En esta época en que se disocia el amor
su vocación es aspirar a ser sublime
y defender el proyecto de dar nombre
al inevitable cambio de papeles
para trastocar lo propio en lo ajeno
devolviéndole su hiato providencial
a la sabiduría religiosa del sacerdote
que se une a la batalla del guerrero
para la creación del amoroso poético
al entendimiento más allá del sexo
que de los iguales renacen los desiguales
como opuestos modernos equivalentes
a la manera de fundir vida y muerte
con la carga de las almas en el infinito
que se extingue en el ser del adorado beso
al espíritu del distanciamiento
que lo lleve a cumplir su gloria
de acercar humanos a la plenitud.
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