Una y otra vez
parece quizás extraño
pero el resumen de cascada
caída sobre este desear
se me aparece distante.
Con semejante estulticia
hoy quedó paralizado
en un hueco del aire
como vertido humeante
el mundo y las entrañas.
El ruido sórdido y llano
marcó mi volátil espíritu
y la voz interior pronunció
entre paréntesis obtuso
mi nombre con carga actoral.
¿Cómo llamar de una vez
todo el torrente divino
sobre cada cúspide y meseta
en una palabra que diga
esa síntesis buscada?
Jalé del polvo del mar
y no encontré el agua.
Destruí la vaina selvática
sin apenas enterarme verdear.
Corrí del hilo pendiente de la luna
pero no fui humedecido ni visto.
Del fuego de la Tierra apenas
durmió la palma de mi mano.
Del lóbrego respirar que amanece
sencillamente no aspiré.
Las ambrosías dejaron sin más
de sacudirme los momentos.
Ni el miasma talentoso
quiso besarme lo blanco.
De pronto la puerta dejó
caer la llave del otro lado
al golpearse con la saña del punto
donde crece el romántico
que soy con mi tono que navega.
Solferino es el epítome
y orfandad su gesto: dadme
del coro su cielo y del altar
su túnica y vestirme de humano
que del humano me visto.
En la avalancha después
había perdido una mar con luna
y su tierra en cobertura que
alimenta del vapor
las huellas que despide.
Mi correo es ricardocaballerodelarosa@gmail.com