La activista Olimpia Coral Melo Cruz compartió cómo fue su anécdota al conocer a Zendaya.
Olimpia Coral y Zendaya fueron dos de las mujeres más influyentes del mundo en 2021 de acuerdo con la revista Time. Siendo Olimpia la única mexicana elegida.
Por lo que ambas coincidieron en la ceremonia que se realizó en junio del año en curso, sin embargo, fue meses después que Olimpia Coral platicó cómo fue esta experiencia para ella.
Olimpia es mexicana, es poblana, es huauchinanguense y nos llena de orgullo saber que después de todas las injusticias que vivió se levantó, luchó y nunca se rindió.
Sin duda nos hizo un regalo importantísimo, más allá de la #LeyOlimpia, su ejemplo de lucha nos llena de ganas por continuar aquí sin bajar la voz nunca más y nos hace saber que no estamos solas.
El encuentro de Olimpia Coral y Zendaya
Olimpia Coral Melo Cruz representó a México en el encuentro organizado por la prestigiada revista Time en Nueva York.
Dicho evento reconoció a las 100 personas más influyentes de 2021, donde participaron Bill Gates, Tim Cook, John Kerry y otras personalidades como Zendaya.
Y aunque en su momento vimos varias fotográfias hermosas, esta vez, Olimpia decidió platicar cómo fue conocer a la actriz como un recuerdo bonito de lo que pasó este año.
Olimpia habló de cómo fue encontrarse con otras mujeres poderosas como Tarana Burke; incluso contó lo orgullosa que se sintió con su vestido verde espectacular hecho por manos mexicanas y que compró solo una horas antes.
A través de sus redes sociales, esto fue lo que la poblana impulsora de la Ley Olimpia dijo:
Lo primero que recibí de ella fue una hermosa sonrisa, cálida, buena. Al sentarme a su lado en la mesa del Salón Lincon Center Jazz en 10 Columbus Cir, New York, NY, y mientras servían el vino blanco y la ensalada, muchas personas se acercaron a tomarse una foto, y ella nunca se apresuró, tuvo tiempo entre el selecto tumulto ahí convocado para saludar a quienes se acercaran, pero noté que con aprecio especial platicaba y se detenía con las mujeres.
Habló poco pero tampoco era necesario que lo hiciera, pues sus posturas y lucha no solo como actríz sino como defensora hablaban por ella.
Nunca olvidaré su vestido azúl con negro aterciopelado, y no por la vanidad de la tela preciosa, sino porque justo cuando íbamos entrando al salón, ella a unas 3 o 4 personas delante mío, su vestido ligeramente se atoró en el camino, lo que dió paso a detenernos por un milimétrico instante y fue cuando me dí cuenta que estabamos casi entrando juntas, a veces la emoción te imposibilita de detenerte y mirar a tu alrededor. En ese momento no era yo Olimpia la de la «ley olimpia» sino mi pequeña niña de la que por supuesto la industria la ilusionó con las princesas, las hadas y los cuentos de castillos. Que más allá de la justa crítica que hacemos de ese romanticismo del rol de nuestra niñéz en la imposición de belleza hegemónica, mi vivencia ahí en ese momento, era como llegar a ese lugar hermoso lleno de heroínas que solo veía en la televisión. Heroínas no convencionales, que además las conocí a mi entrada al feminismo, como la gran Tarana Burke que mientras yo nunca había leído un libro feminista, ella ya había iniciado un movimiento con #Metoo.
Ambas íbamos en el mismo contingente entrando al salón. Zendaya un metro y medio delante mío con ese vestido radiante, yo acababa de encontrar mi propia vestiventa de «gala» hace unas 72 horas antes del evento. En un país capitalista y presente en un evento para una provinciana como yo, la vestimenta era un reto, pues no sabía que alguna vez estaría ahí y… ¡Claro que impacta¡.
Mi vestido verde era también una protesta, no era ni de diseñador, ni de medida glamurosa, pero era mío, y me lo compré yo y me encantaba también.
Yo escuche que a mi lado una mujer muchísimo más alta que yo, con una piel que te inundaba de poder y un vestido rojo despanpanante me dijo: -¡Your dress is beautiful¡-. Guau, era Tarana Burke, me presenté y me dijo que si me conocía, y que había escuchado de la lucha que teníamos en México. Zendaya volteó un poco de reojo por la voz alta de Tarana que es imposible que no llame la atención, y nos sonrió a ambas. Yo soñada y orgullosa de saberles y saber que nos sabían.
Ese día fue emocionante para mí, pues en un mundo que nos enseña a rivalizar entre mujeres, que nos impone canones de belleza, de marcas, de moda, en una vida mía que siempre me sentí cohibida por las cicatrices de mi piel y en el que te seleccionan por rubros y niveles económicos, ahí ellas, y todas las que estuvimos, éramos nosotras.
Me dije a mi yo de 8 años que si ibamos a lograr conocer heroínas y las veces que nos sentimos mal en la feroz primaria donde varias veces se burlaron de nosotras por la ropa que traíamos y que no cumplia con «lo de moda», y las veces que nos dio miedo leer ese párrafo en inglés o tener miedo de hablar en público por una exposición de «la revolución mexicana», habían quedado en el pasado. Nos construimos otra visión de la vida, y ahora podíamos entrar a lugares más fantásticos que los que vimos en los cuentos, y con mujeres increíbles, que nos veíamos como aliadas y no como rivales. Y aunque todos los días seguimos aprendiendo cosas, madurando, deconstruyendo otras. En el año 2022 conoceríamos cruzar otras fronteras que no son tan engorrosas ni difíciles como las migratorias, sino las fronteras de los propios miedos y retos que nos imponen como infancias y sobre mucho como niñas.
Esto un pedasito de lo mucho que a veces no me da tiempo de contar y recordar de este año. Que les comparto por el cariño que también me dan.
¡Hagamos que las niñas por sobre todas las cosas sueñen y hagan sus propios cuentos de sus historias mágicas¡✨️💫
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