I
Pasa a veces en solitario y abstraído
el ver la totalidad siendo inerme.
Exhausto se mira esa hueca arrogancia
y con ella el trazo final de conciencia.
II
Algún día la conciencia vendrá a mí.
Pediré perdón y el alivio tal vez llegará.
Será cuando el alma absorta totalice
y absolutamente narre sentidos y carne.
¿Cómo sé que llegará ese momento?
Ya hay muestras de ello y sus secuelas.
Caminan solas y se presentan aisladas
como fiebre que descubre enfermedad.
El amor ya se desplaza como corriente
que alterna avaricia y deseo con el fugaz
deseo de tomar tu mano en la historia
que comienza con un paso y la silueta.
Tu mirada es al final el martillo de luz
del amedrentar perenne del fuego vital
que hace del vientre el ósculo cumbre
al devolver al ombligo todo universo.
Céntimo a céntimo y día con día
tu cuerpo despliega caminos de planeta
que aspiran al conjunto de lunas y mares
y las vertientes reflejantes nobles y ágiles.
Son pensamientos y olvidos y recuerdos
herramientas de altar donde velas y odres
elevan con tu aliento pétalos y troncos
de la selva con que crecíamos al vernos.
El olor de uno en uno captura la explosión
contenida apenas por el silencioso revés
agitado entre las huellas y las manos
que exploran temblores que te delatan.
III
¿Con este ficticio torrente majestuoso
crees que la conciencia se perdería?
Mírala en su camino. Primavera que muerde
los lienzos con que se come su germinar.
Un llegará se ha adelantado. Viene. Aquí.
La tormenta se irá con su paso terrestre
mientras tintinea veloz aquella otra fugaz
conciencia del no despertar dormido.
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