Solemne abro la cueva
y el aire antiguo al reconocerme
me nombra con su polvo
y me enciende con lámpara callada.
Soy aquella piel vieja
némesis del instante
la justicia de lo que arde mágico
los juramentos cárnicos perdidos
los presagios dispersos del deseo.
Toco la piedra húmeda del pozo
y oigo su voz que se anega:
cada gota es un nombre
cada nombre un regreso.
La palma que exprime el agua
no busca ya saciarse
sino devolver al mundo su temblor.
Toda piel joven duerme en el espejo
sueña los cielos sin retorno
no sabe que es deuda el brillo
que la tersura guarda sombra y canto.
Desde mis grietas yo la miro
puesto que soy su oráculo y su destino
el eco que la llama a ser tiempo.
Le explico que en mis pliegues hay prudencia
y en mi cansancio toda adivinación.
No hay derrota en mi espesa entrega clara
sino alquimia de lo que regresará.
Los laberintos que recorrí pulcros
son trazos celestiales
de los que asciende sin edad la llama.
Pronuncio el verso que concluye el rito
por el que el cuerpo afirma
el misterio que la piel sintetiza
como la carga mística
de la joven templanza de los sueños
dormidos en el lienzo del ébano.
Mi correo es ricardocaballerodelarosa@gmail.com













