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¿Las relaciones sexuales se han vuelto más complicadas?

Es interesante saber que demasiadas mujeres y hombres dan por hecho que saben lo que erótica y sexualmente será excitante y placentero a la pareja en el encuentro sexual.

Es muy posible que estas personas hayan generalizado sus valiosas experiencias particulares en este terreno y crean que son aplicables a todas las demás. También es posible que esa actitud de sapiencia derive del aprendizaje temprano de ciertas creencias socioculturales, -propias de cada sociedad-, que han servido a lo largo de los años para tratar de orientar el comportamiento sexual.

En ambos casos, si consideramos ser una de estas personas, es necesario saber que estamos cometiendo un grave error porque cada persona, -incluyéndonos-, vive la experiencia sexual de manera propia y diferente, no es algo que deberíamos estandarizar y repetir so pena de que se vuelva -como muchas veces suele suceder-, una actividad aburrida, repetitiva y poco satisfactoria.

La mujer supone por ejemplo, que la mejor forma de excitar a un hombre será mostrando su cuerpo desnudo; su sorpresa y quizá su decepción o enojo será que ese hombre no responda de la forma esperada ante esa muestra de disposición y entrega de su parte. La excitación masculina a través de la exposición del cuerpo femenino no es instintiva ni automática, tiene muchos matices que una vez conociéndolos, enriquecerán la relación.

El hombre por ejemplo, asume que la penetración es la actividad principal que toda mujer espera en un encuentro sexual y se concentrará y apresurará a que así suceda sin darse tiempo a identificar y menos a responder, a las múltiples señales que su pareja le va dando acerca de cómo se siente y qué tipo de acercamiento le está pidiendo, volviendo el encuentro sexual un acto mecánico.

Y así, hay muchísimos ejemplos que podríamos encontrar en el día a día de estos hombres y mujeres que actúan -inconscientemente- bajo las prescripciones internalizadas de lo que debería de ser un encuentro sexual y que pasan por alto la parte más importante de la interacción, justamente la riqueza de la interacción humana. Los motivos por los cuales tendemos a repetir este tipo de comportamientos tienen un trasfondo psicológico cuando el hombre es inseguro y tiene temor a perder la erección o la mujer que no se siente suficientemente atractiva y substituye la experiencia por un «performance» repetitivo poco satisfactorio.

Hay que considerar también que aunque desde hace décadas la mujer dejó de ser el objeto sexual del encuentro sexual y exigió su derecho al respeto y la reciprocidad en este terreno, existe un sector de hombres que aún creen que dar cabida a propuestas y demandas propias de las mujeres en un área en la que eran supuestamente «expertos» lo complicó todo; lo cierto es que la vivencia sexual compartida a partir de que la mujer se ha apropiado de su sexualidad, se ha vuelto más interesante y placentera.

El hombre asimismo -ante la incredulidad de un sector de mujeres-, tuvo su propia rebelión con el objetivo de dejar de ser cosificado como único responsable del placer femenino y como quien está dispuesto 24/7 a responder prestamente ante la repetitiva exigencia de cumplir con su «deber» si o sí, sin ninguna consideración acerca de su disposición, gusto, ganas, etc. Sería interesante analizar la aparición de los fármacos que facilitan la erección desde la perspectiva de la demanda sexual femenina.

La conclusión de todo esto es simple, se sugiere olvidar los procedimientos estandarizados y legitimados del encuentro sexual y abrirnos a la experiencia misma en cada ocasión como eventos únicos en el entendido de que cada hombre y mujer tiene gustos, expectativas, deseos y fantasías propias y válidas que nos permitirán conocer más profundamente a nuestra pareja y si es que nos sentimos compatibles con esa otra forma propia de ser, enriquecer la relación.

Maestro Alfonso Aguirre Sandoval

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