Es posible que sean así negras
y empantanadas de lazos que huyen
las noches que conozco cada huerto
porque cargan de recuerdos sus frutales
y traen la esencia de la desmemoria
y en ella el amor susurra nichos
pues canta al oído del tiempo
para abrir la corporeidad en su gloria
mientras engaña al cuerpo
desnudándolo de su preciosa piel
y cambiarla por témpanos de deseo
que calientan sus voces en el tallo
abovedado y en hojas como espigas
de estalagmitas en fluir obsceno
entre tinieblas blancas del paisaje
y moverla en el correr de agua
con pezones como piedras hirvientes
y húmedos destellos del bravo sol
que curte cada gota del paladar musical
perdiéndose en praderas inextinguibles
y dotarla de la vida que en el fondo
narra su tierra caliente que brota
del color de la lengua disparada
en el imitar de olas que atrapan lunas
y hacen que ladre la voz del éxtasis
del que vive de la piel ajena
yuxtapuesta a la noche que se cierra
y que abraza el misterioso ósculo
entre la savia de los dientes y el dintel
de unos labios que saludan la primavera
que anuncia la nueva piel adiestrada
trayendo del cielo los recuerdos
tirados en el museo de las sombras
y que reviven para incendiar la creación
que ahora me inspira en este agotar.
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