En el trasfondo de las referencias a las relaciones de pareja aún hoy en día, se encuentran la serie de convencionalismos sociales (institucionales, morales, sexuales, etc.), que se han acumulado a lo largo de la historia y que servían para definir y sustentar a un tipo de pareja que poco a poco está dejando de existir.
Las parejas actuales ya no obedecen al tipo de pareja institucionalizada de antes, de aquellas parejas que debían cumplir -lo quisieran o no-, una serie de requisitos legales, religiosos, morales, económicos, familiares y sexuales que han caído en desuso porque ya no son exigidos por una sociedad que ha ido cambiando las reglas del juego.
Actualmente se sopesan por sobre todo, las características individuales de cada quien en cuanto al grado de compatibilidad individual en la forma de ser, las demandas y expectativas personales (familia, trabajo, viajes, etc.), el estilo de vida preferido, las características predominantes de personalidad, la disponibilidad afectiva y sexual, además de la salud, el físico y la situación económica.
Todos estos tópicos se evalúan consciente e inconscientemente, como si fuesen variables más/menos y sirven para tomar decisiones y ya no funcionan como detonantes autónomos de una secuencia natural de la propia relación que llevaría a la formación de una familia, a mantener una relación de largo plazo y a invertir en un patrimonio común, todo esto bajo el manto del matrimonio institucionalizado, la monogamia, la heterosexualidad y el dominio patriarcal.
Este cambio progresivo que hemos estado viviendo desde hace décadas, ha vuelto más frágil a la relación de pareja al dejar de estar protegida y sustentada en una estructura social que le daba significado colectivo y permanencia temporal al margen de las necesidades de sus integrantes. Simultáneamente, al volverse un asunto más privado, -sujeto a decisiones individuales-, la pareja se ha fortalecido porque responde directamente al conocimiento y al vínculo psicológico establecido de mutuo acuerdo entre sus integrantes y no impuesto a través de los mediadores institucionales anteriores.
Es evidente que las parejas actuales son diferentes que las de una décadas atrás, hablan de sus preferencias sexuales e intercambian puntos de vista, se interesan en la forma de ser y de pensar de su pareja, comparten tiempo de calidad, resuelven sus diferencias con argumentos, se sienten parte de las actividades comunes, se respetan, se precian de ser personas independientes que han decidido formar una pareja, etc., etc.
Esto quiere decir que las instituciones han pasado de ser rectoras de las relaciones de pareja, a servirle de apoyo, especialmente en cuestiones relativas a la legislación en materia de derechos laborales e igualdad de género, apoyo a la descendencia (salud y educación), opciones de trabajo remunerado de acuerdo a la formación obtenida, atención a la salud física y psicológica, etc. Obviamente este respaldo institucional completo aún no se logra en nuestra sociedad pero es de esperar que se avance de la mejor manera en ese sentido.
Por: Alfonso Aguirre Sandoval