En la canción I Want Your Sex (Quiero tu sexo), uno de los grandes éxitos de George Michael de finales de los 80, el desaparecido artista proclamaba que “sex is natural, sex is good “ (el sexo es natural, el sexo es bueno). Es algo que se escucha decir cada vez más, y no solo a celebridades, sino también a personas que se presentan como especialistas.
Al unir los calificativos de natural y bueno, se le quita hierro al asunto y se reivindican las relaciones sexuales como algo que nos pide el cuerpo y a lo que no deberíamos dar demasiada trascendencia. La intención es encomiable, porque nuestra condición sexuada, pese a formar parte fundamental de nuestra naturaleza, se ha problematizado desde antiguo y ha sufrido las más atroces represiones, manipulaciones y condenas.
De modo que podríamos dejarnos llevar por la corriente y aceptar la naturalidad del sexo, si no fuera por un pequeño detalle… La afirmación es falsa, al menos en parte. El sexo es totalmente natural en un pulpo; entre las personas, es sobre todo cultural. Por eso, practicarlo no nos hace más animales, sino infinitamente más humanos.