No siempre comprendo
son hechos luego los que nos superan
aunque aconsejan entender
que no estamos ni vivimos solos
que podríamos morir con testigos
y con aquel infinito escenario
en el que uno no llora solo
sino acompañado de vivos y muertos
pero que podríamos también convivir
y con ese pulso meternos en las cosas
para robarles el más íntimo secreto
de su dureza o su plástica inerrancia.
Entiendo la falsedad del mar
que se unta letreros de nubes ígneas
para reproducir la veleidad de una luna
tan astuta que resguarda la tardanza del sol.
Asombra la destreza de la tierra
que esconde sus colores de sombra
entre savia y calor disecado de vida
para resguardar nuestra podredumbre.
Es alto y diáfano el talento del amor
que al descubrirnos en el otro lo niega
para sentarse en la espera de piel y saliva
entre un aire que lo esconde y lo eterniza.
No sorprende el fuego por su quemante sol
sino por el calor que resguarda el dolor
y lo nutre de cobijo y compasión con la idea
de la generosidad de la energía entre manos.
Reproduzco en esta intimidad de las cosas
tantos fuegos inermes que el agua llevó
y besó ese viento que yace en la tierra que agoniza
y me disipa en el estuario sagrado por definir.
Mi correo es ricardocaballerodelarosa@gmail.com














