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¡Indignaos!

¡Indignaos!  Con esta exhortación un veterano, ex diplomático y miembro de la resistencia antifascista durante la segunda guerra mundial, Stéphane Hessel nos invita a conocer sus motivos para la protesta, para la movilización social frente a la crisis, este libro de 30 páginas ha sido traducido a 23 idiomas y ha sido difundido ampliamente en diversos movimientos sociales que se han articulado y manifestado a lo largo y ancho de la geografía española y mundial.

El autor falleció en 2013 y su libro causó sensación en Europa; él siempre salió en defensa de los valores éticos y proclama a los jóvenes pidiéndoles que no pierdan la capacidad de indignarse. “Hessel llama a la indignación como motor de la protesta ante el enriquecimiento amoral y la impunidad de los responsables de una crisis cuyas facturas pagan los sectores más débiles, entre el abismo de la desigualdad de un planeta sometido a la sobreexplotación de recursos”. (Indignaos. Hessel. Resumen documental, you tube. https://youtu.be/fI4eFucBh6Y?si=osunLiDmlJsaMjId).

Este es el preámbulo perfecto para compartir con ustedes una reflexión que valdría la pena profundizar en forma personal.

En ciertas ocasiones me pregunto: por qué cada vez que observo una escena asistencialista, del gobierno y partido que sea, me vienen a la memoria palabras como hipocresía e insensibilidad. Tal vez porque pienso en los contratos directos con sobreprecios que suelen manejar los administrativos en cada compra que realizan para cumplir con las obligaciones de las que son objeto cuando trabajan en el servicio público.

Pero es un sentimiento encontrado, porque al mismo tiempo pienso en aquella persona que va a recibir algún beneficio y me digo: “mejor que no entregar nada”. Pero en realidad ese es el dilema al que nos enfrentamos quienes somos únicamente espectadores de quienes nos gobiernan. Y es que el punto no es cuántos candados existan para que a tal o cual funcionario le sea más difícil tomar dinero público, porque siempre habrá un modo de hacer trampa.

La verdad es que fomentar valores como la honestidad y auténtico espíritu de servicio es muy difícil en una sociedad que durante décadas estuvo acostumbrada a generar riqueza para una elite. El clásico dice, el poder político coludido con el poder económico es una constante y parece que esta situación sólo podrá modificarse si los mexicanos nos aseguramos una mayor participación social, un camino pueden ser las llamadas contralorías sociales para dar seguimiento a casos de corrupción ya que muchos de ellos se quedan en el olvido.      

En mi percepción no es el sistema en sí, somos los seres humanos quienes fallamos, no sólo a la sociedad, sino a nosotros mismos. Cuántos ejemplos nos presenta el mundo de hombres con alto poder y riqueza que en el fondo tienen una vida vacía, esos hombres obsesionados en acumular bienes para asegurar hasta la cuarta o quinta generación de su descendencia y muchos de ellos, viven en un mundo superficial plagado de hipocresía, algunos pagan un costo muy alto: sin amistades genuinas, con una doble moral, enfermedades y perdida de su libertad.

Hoy quiero reflexionar como una ciudadana más que observa el comportamiento –tácito- de los políticos quienes finalmente son los que tienen nuestro futuro en sus manos. En el terreno de las utopías me gustaría que la sociedad tuviera mayor oportunidad para intervenir en el contexto de la política para procurar más justicia y equidad. Pero esto solamente podrá lograrse con una sociedad más participativa, informada y politizada a la que realmente le interese su entorno. Y es aquí donde entra la teoría de Hessel, a los jóvenes les toca continuar con el legado de lucha para establecer una mejor sociedad.

Comentarios: @marumora7 

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