domingo, septiembre 8, 2024
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Gritarle a un niño afecta su cerebro

Imágenes Pixabay

Varias investigaciones revelan los daños que tiene un niño en su cerebro a causa de los gritos.

El hecho de gritarle a un niño con el fin de corregir algún error es el peor error que puede cometer un padre. En vez de ayudar, el grito causará un daño en el cerebro del niño. Sabías que gritar “es una forma de violencia que evita la consolidación de vínculos afectivos sanos y satisfactorios, y que siembra el miedo como motor de las relaciones”, explicó a El país Pax Dettoni, directora de la Asociación Teatro de Conciencia.

Según la información de Dettoni, “donde hay miedo, no hay amor, no hay paz“; por otra parte, varios estudios respaldan sus argumentos. Un ejemplo es el de la Universidad de Nueva York publicado en Current Biology destacó que ya que el grito tiene una “propiedad sonora única, […] impacta y activa el centro neuronal del miedo, que está en la amígdala”.

Pero no solo eso. En otra investigación realizada por la Universidad de Pittsburg y la Universidad de Michigan concluyó que también tiene efectos negativos para los padres: “los efectos de esta violencia verbal provocan problemas de conducta en el niño, como discusiones y peleas con compañeros, dificultades en el rendimiento escolar, mentiras a los padres, síntomas de tristeza repentina y depresión”.

Lo mejor en las situaciones de enojo es mantener la calma.

Pax Dettoni mencionó que los padres deben intentar detenerse un momento, respirar, y recordarse a ellos mismos que tienen derecho a estar enojados, pero que son capaces de demostrar este enojo de otra manera que no sea gritando. Los “gritos, amenazas y chantajes son violencia psicológica”, son manifestaciones de maltrato, aunque nos cueste verlo.

Es necesario recordar que los adultos somos nosotros, y somos los padres quienes tenemos que encontrar y poner en práctica las herramientas para no perder el control, saber controlar la ira y no explotar cuando las situaciones parezca que nos superan.

Aunque los gritos van minando poco a poco la autoestima y la autoconfianza de los menores. Ni hablar si además se utilizan insultos como “inútil” o “vago”.

Los gritos no dejan secuelas físicas, pero sí psicológicas y emocionales. Crecer con un patrón familiar donde los gritos son moneda corriente los hace inseguros, retraídos y acaban creyendo que es la única manera de hacerse valer, sometiendo a otro a gritos.

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