A 96 años de la muerte de Franz Kafka queremos contarte un poco de su vida y las pasiones no tan conocidas del autor. El autor de La metamorfosis no era el hombre retraído y gris que sus lectores creían, Franz Kafka también tenía un lado apasionado. Kafka, murió ignorado y ahora es uno de los escritores más conocidos del mundo. En los últimos años han aparecido nuevas biografías que nos descubren una vida privada tan tormentosa como su obra.
El escritor nació el 3 de julio de 1883 en Praga. Por entonces, la ciudad estaba integrada en un conglomerado, el Imperio austrohúngaro y era la capital de un Estado llamado Checoslovaquia. Su población se repartía entre la burguesía alemana y los checos, con una importante colonia judía.
La relación con su padre, un tipo iracundo y violento, le provocó problemas de inseguridad que trasladó a la escritura, sentía que pocos párrafos estaban a la altura.
La temprana muerte de dos de sus hermanos lo convirtió en el mayor. Si no hubiese sido el primogénito, quizá su vida habría seguido otro camino. Con dos varones para ayudar en los negocios, su padre se habría podido mostrar más permisivo con la vocación literaria de Franz.
Pero Hermann Kafka era un materialista obsesionado por el dinero y el ascenso social. La figura paterna, su sumisión a ella, la búsqueda de su aprobación imposible se ve reflejada en toda la obra de Kafka. Franz era un chico inteligente y un estudiante aplicado, lector voraz. Años después se enfrentaría a sus propios textos con el mismo espíritu crítico e inseguro.
Realizó estudios de Derecho y empezó a trabajar en una aseguradora italiana antes de pasar al Instituto de Seguros de Accidentes de los Trabajadores del Reino de Bohemia, donde permaneció hasta 1922. Era un trabajo gris y rutinario. Así nos hemos imaginado siempre a Kafka, un tipo aburrido realizando un trabajo aburrido.
Pero en la vida diaria Kafka era una persona agradable, de trato fácil. Tenía un sentido del humor que encantaba a sus amigos, casi todos ellos intelectuales y literatos judíos de Praga con los que asistía a conferencias. En una de ellas, sobre Schopenhauer, conoció a Max Brod, un escritor mediocre que se convertiría en su mejor amigo y a su muerte habría de traicionarlo.
Ya en sus relaciones con las mujeres la cosa se complica. Hubo varias mujeres, empezando por una tendera checa, después tuvo una etapa de incómodas visitas a los burdeles de la ciudad. Más adelante en casa de Max Brod conoció a Felice Bauer, una chica berlinesa con quien después de una charla empezaron a intercambiar cartas.
La relación con Felice Bauer se volvió literatura. Franz la inundaba de cartas, pero en realidad no mostraba mucho interés por estar con ella. Sólo la visitó algunas veces en Berlín a lo largo de tres años hasta que llegó el compromiso de matrimonio. El problema sobrevino cuando conoció a Grete Bloch, amiga de Felice. Después del primer contacto, le comenzó a escribir unas cartas tan apasionadas y eróticas que Grete sintiéndose culpable, le mostró Felice. El reciente compromiso de boda entre ambos fue anulado.
En 1918 inició un romance con Julie Wohryzek y al año siguiente conoció a Milena Jasenská, una mujer casada con la que mantuvo su relación más sincera. Franz se había enamorado pero la historia no tenía futuro; Milena se negaba a abandonar a su marido. La última mujer de su vida fue una joven de 19 años, atractiva, Dora Diamant que cuidó de él hasta el final. Su siempre delicada salud se agravó cuando le diagnosticaron tuberculosis.
Sus días transcurrían en su trabajo aburrido al que se dedicaba con gran empeño. Días de burocracia y noches de angustia por sus lentos avances en la escritura ya que tenía dificultad de plasmar sus ideas y su mundo interior.
En vida sólo publicó relatos como La metamorfosis (1915) y En la colonia penitenciaria (1919) y colecciones de cuentos como Un médico rural (1919) animado por su amigo Max Brod. Pero se trataba sólo de la punta del iceberg que era el universo literario de Kafka.
Milena Jasenská. Periodista, casada y de espíritu libre, conoció a Franz en 1920. Aunque él le insistió una y otra vez en que abandonara a su marido, nunca lo hizo. Vivieron una relación intensa durante dos años. Murió en 1944, en el campo de concentración de Ravensbrück.
Murió el 3 de junio de 1924 entre atroces dolores. Poco antes le había pedido a su amigo Brod que quemara sus escritos no publicados. Este no lo hizo y en los años siguientes, fue ordenando parte del abundante material y esto permitió que vieran la luz El proceso, El castillo y América, las tres novelas que Kafka nunca quiso ver publicadas; pero que el destino y que Brod no cumpliera su última voluntad permitió que las leyéramos.
Con información de XL semanal
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