Como la noche era nubes pusieron en sombras los esbozos de mi sueño y proyectaron lo que carcomía el deseo.
Dos sombras en esas abyectas nubes. Un vestido largo, blanco, encajes y tenues remates jalaban la arena humedecida de la tarde. Una silueta junto, desmentida por la realidad, talante sinuoso y lleno de una fe cuya temporada había perdido.
Dos manos y dos bocas: unidas son la guerra, unidas. El tren renace sobre vías que se extienden fuera del contexto.
Dos que marchan. Manos que apagan el atardecer que termina gimiendo sobre el pecho de flores y la pulsación convertida en señuelo de peces. La mar está revuelta y orgasmos tiemblan bajo el crepitar de un suspiro.

Se siente en el atardecer un amanecer de piel y son destellos los hormigueos que rematan entre cabellos y sonoros subterfugios de un te quiero. Son dragones entre serpientes que retuercen como espátulas los cielos llenos de alaridos.
Del curvilíneo despertar de las espaldas son barcos los que gimen entre ríos de ruiseñor que canta y que hace veces de posiciones, alas cortas, picos de intercambio, garras de alfombra que envuelven el rocío nocturno de nueva arena retorcida.
El canto es el canto, gime uno. Es erótico, erótico, encierra el otro entre puños que se abren. Dos unidos y un canto que solo así suena. Dos unidos y un temple que solo así despierta.
Miro lagunas y son reconocidas manchas que recuerdan la infancia, entre olores irreconocibles y mantos llenos de translúcidos vaivenes. Toco ahora el lugar del canto y las vibraciones tuyas son, vívidas, perlas de botón bruno, húmedo sitial del germen, el mundo en sus ensayos desde órbitas de libertad. Huelo las notas de la armonía erótica, lujuria y concupiscencia mártires, la jauría inhiesta, el vértigo del dios huérfano, la montaña que hierve, el toro que ha callado por la sobria sombra del linaje de ese canto perfilado.
Dos y hunden lenguas tabiques de bruta obscenidad, brutal, majestuosa, rebelde si se miran a los ojos, de cobre si se mueven, de ausencia cuando se hablan, de acero si deciden untarse a los costados las nueces que se mecen entre el perfume disecado y el polvo que ya los narra como canto erótico.
Uno es ahora y es la conquista de la caverna quien acompaña el cirio que se enciende como luz natural, chorros confundidos, cera de abeja reina, colores ausentes, tijeras de inocencia que recuerda el material cortado y hecho hilos del canto erótico.
Mi mano ha perdido su víctima. Todo se ha soltado de la carne que es mística y doncella.
El velo aquél es mi velo que desvelo y que me entorna de amalgamas saladas. Yaces a mi lado. Eres, fuiste, alguna vez serás.
Ya mi sueño vacila sus pasos. La humedad nocturna cantó el canto erótico.
Mi correo de es ricardocaballerodelarosa@gmail.com
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