En el mes de noviembre de 1922, se anunciaba que el premio Nobel de Física correspondiente al año anterior sería otorgado al físico alemán de origen judío Albert Einstein, quien seria galardonado por sus aportaciones a la “física teórica”, en especial por su descubrimiento de la ley del efecto fotoeléctrico y no como muchos imaginarían por su descubrimiento de la teoría de la relatividad, la cual reformulo por completo el concepto de gravedad.

Einstein que se convertiría en el físico más importante, conocido y popular del siglo XX, parecía destinado a alcanzar el prestigiado premio, debido a sus aportaciones a la forma en que se debíamos concebir el espacio, el tiempo y la energía; pero resulta increíble que este reconocimiento tardara tanto tiempo en llegar y que fuera por su descubrimiento del efecto fotoeléctrico que postula que la luz se transporta en diminutos paquetes aportando a la física cuántica.
La primera nominación al premio fue por la teoría de la relatividad de 1915, teoría que tenía que ver con la física más fundamental, y no, como afirmaban sus detractores, con la filosofía. En aquella época el comité sueco afirmaba que el premio se debía conceder al descubrimiento o invención más importante, y consideraba que la relatividad no era ni uno ni otro.
Durante una década las nominaciones a Einstein fueron una constante, ya que en 1915 la teoría de la relatividad lo había puesto en la mira de los mejores físicos de la época, aunque por desdicha existía un influyente grupo escéptico, pero está situación pronto cambio con el eclipse de 1919 el cual confirmó las predicciones relativistas sobre la curvatura de la luz y fue el punto de inflexión que lanzó a Einstein a la fama mundial.
Una vez que llegaron las evidencias científicas, los ataques se dirigieron de una forma personal y cultural, ya que en 1920 el comité sueco elaboró un informe detallando por qué Einstein no debería recibir el premio, el cual señalaba que los resultados del eclipse eran ambiguos y por tanto no eran del todo comprobables, añadido a esto se enfrentó a fuertes críticas de algunos físicos, en especial del antisemita Philipp Lenard el cual argumentaba que la relatividad solo era una conjetura filosófica, característica distintiva de la ciencia judía.

El año de 1921, la situación se volvió más surrealista, ya que mientras Einstein estaba en su clímax dentro de la opinión pública y existía una importante corriente de apoyo hacia él conformada por físicos teóricos y experimentales, una vez más el informe del comité sueco defendió que no debería otorgársele el gran honor del Nobel a una teoría tan especulativa, se sabía de antemano que los argumentos eran pobres y ridículos, lo que obligó que el galardón quedara sin dueño y se decidió aplazar la entrega al siguiente año.
Finalmente, en año de 1922 se consiguió resolver el problema. Ya que la relatividad había quedado envuelta en demasiada polémica, se adoptó la estrategia de entregarle el premio correspondiente de 1921 a Einstein por el “descubrimiento de la ley del efecto fotoeléctrico”, una ley plenamente comprobada, de esta manera se aseguró que recibiera el galardón el físico más importante del siglo XX.
Una vez más, su más agresivo crítico Philipp Lenard se opuso a entregarle el premio promoviendo una queja oficial, en la cual califico a Einstein como un judío ávido de publicidad cuyo planteamiento era ajeno al verdadero espíritu de la física alemana.
Albert Einstein no asistió a la ceremonia de entrega del premio celebrada el 10 de diciembre de 1922, ya que se encontraba de viaje en Japón, fue hasta julio de 1923 que pronunció su discurso en el cual no habló del efecto fotoeléctrico, sino de la teoría de la relatividad.
Ricardo Rugerio C.