Te imagino durmiendo entre flores.
Son su olor quien me llena de vida
y me lleva a los límites del mundo
donde abres infinitas tus alas
para guiarme por entre valles
y ceñirme montañas cual cúpulas
que aún huelen a ti y a tus rezos
que me persiguen día a día.
Cómo duele tu muerte.
Han pasado ya años es cierto
pero las gotas de tiempo
que absorbió la mirada al verte
son ahora los pliegos de un afán
por saber cómo se recuperan
esos momentos juntos
cuya memoria los pierde sin cesar.
Fuiste unas ganas de vivir.
Toda una etapa de vida
todo un momento de raras vivencias
que se perdieron cuando
en la anónima cama te vi partir
en espera de ver nuevamente
sobre mi frente y los hombros
tu bendición que tanto me ha cuidado.
Ya no lloro tu ausencia.
Ahora lloro por tus ecos
que en sueños tersos hacen mecer
el corazón herido por errores
y falta del aliento que ha dejado
de estimular los pasos
que aún deberán darse
por este lado del mundo que late.
Pienso en el lugar donde ahora estarás.
Con la tierra están muchos de los tuyos
que ya completos de sí muerden
de las desconocidas alcobas
los espejos que nos hablan breves
en el cenit de nuestras cabezas
en oraciones breves
que alcanzas las orillas de las aguas.
He notado que te sueño tranquila.
Esa tranquilidad la llevo de ti
y me resguarda con la mañana
entre cada azaroso despertar
y el devenir de cuerpos
y lugares extraños cotidianos
y dura al dormir cuando permanece
tu esencia al final del día.
Contigo inició la vida consciente.
Tu mano me apretaba con fuerza
la primera vez que fui a la escuela
y marcaste así el ansia de saber
y el principio de hablar en intimidad
con la divinidad
que será quien nos una nuevamente
en cualquier impetuoso final.
Y camino contigo siempre.
No me duele ya el cuerpo
sino aquella conciencia de perderte
tan pronto ¡pero tan pronto!
que apenas mi balcón zurce en el cielo
tu última mirada que lastima
todo el tiempo mi mano
con la que llegaré más allá.
Mi correo es ricardocaballerodelarosa@gmail.com